PARIS, Francia - La primera ministra británica Theresa May designó al ex banquero Steve Barclay como nuevo secretario del Brexit y a su fiel aliada Amber Rudd como titular de Trabajo, y dio por terminada la crisis que la mantiene al borde de la caída del poder desde hace tres días. Pero la realidad de la situación parece empeñada en desmentirla.
A pesar de su aparente confianza, la jefa del gobierno está obligada a seguir luchando por su supervivencia política a fin de capear el temporal provocado por el acuerdo sobre el Brexit, negociado entre Gran Bretaña y la Unión Europea (UE) y que provocó la renuncia de ministros, secretarios y altos funcionarios del gobierno.
Las dos designaciones, realizadas para reemplazar a los ministros que renunciaron el jueves en discrepancia con el texto del acuerdo de 558 páginas, permitieron dar cierta imagen de estabilidad al gobierno. Pero esos gestos no lograron apaciguar la rebelión de los diputados conservadores—descontentos con el liderazgo de Theresa May—que trataban de promover una moción de censura para provocar la renuncia de la primera ministra.
Steve Barclay, nombrado en remplazo de Dominic Raab, es un personaje clave de las finanzas británicas: ex director del Barclays Bank, durante meses actuó como enlace con la City, velando por el impacto del Brexit en el sector financiero. Barclay es el tercer responsable del Brexit desde que existe ese puesto, creado tras el referéndum del 23 de junio de 2016. Euroescéptico de 46 años, que hizo campaña a favor del “leave” (partir), el nuevo ministro estaba a cargo de la cartera de Salud Pública.May espera que pueda ayudarla a organizar el retiro ordenado del Reino Unido de la UE, previsto para el 29 de marzo de 2019.
La otra designación importante fue la de Amber Rudd como ministra de Trabajo en remplazo de Esther McVey, que también dimitió el jueves. Rudd, ex responsable de Interior, está considerada como “fiel entre las fieles” de la jefa del gobierno.
Después de haber sido desestabilizada por la ola de nueve renuncias del jueves, May recuperó ayer parcialmente el equilibrio con el apoyo inesperado de un peso pesado de su gobierno. El ministro de Medio Ambiente, Michael Gove, líder de la campaña pro-Brexit, aseguró tener una confianza “absoluta” en la primera ministra.
Gove logró además que otros cuatro miembros del gabinete, con cuya renuncia se especulaba en las últimas horas, se comprometieran también a respaldar a Theresa May: Liam Fox (Comercio Internacional), Penny Mordaunt (Desarrollo Internacional), Chris Garyling (Tranportes) y Andrea Leadsom (portavoz de los 'tories' en la Cámara de los Comunes).
Estimando que “el país necesita estabilidad”, Fox también proclamó su “confianza” en May. “Un acuerdo es mejor que ningún acuerdo”, afirmó.
A cambio de su apoyo, los brexiters duros que decidieron permanecer en el gobierno reclaman a May que intente renegociar los puntos más controvertidos del borrador del acuerdo con Bruselas, los referentes a la "salvaguarda" o "backstop" para permanecer en la unión aduanera y al estatus de la provincia británica de Irlanda del Norte (Ulster). La UE ya advirtió que “no hay nada más nada que negociar”.
La primera ministra al parecer intentará convencer a Bruselas de la necesidad de introducir algunos retoques en el texto de 558 páginas para calmar el furor del ala dura del partido y lograr un apoyo mayoritario en el Parlamento cuando llegue la hora del "voto significativo", en la primera quincena de diciembre.
El ambiente era completamente diferente en el Parlamento, donde el diputado ultraconservador Jacob Rees-Mogg multiplicó sus esfuerzos para activar una moción de censura contra Theresa May. Los rebeldes deben obtener por lo menos el apoyo de 48 diputados. Hasta el viernes por la tarde solo se habían recibido 21 cartas de solicitud, pero Rees-Mogg aseguró que se llegará a la cantidad necesaria antes del martes.
Si la moción no prospera o May conserva la confianza de sus diputados, el acuerdo deberá ser sometido al voto de la Cámara de los Comunes, donde se necesitan 325 votos para que sea aprobado. Los conservadores tienen 315 escaños y todos los cálculos demuestran que existe una fuerte oposición a ese texto. Además de los conservadores euroescépticos, también votarían en contra los 10 representantes del pequeño partido unionista de Irlanda del Norte (DUP), los 35 nacionalistas escoceses y una parte de los 257 diputados de la oposición laborista.
En ese contexto, en los medios políticos comienza a prosperar la hipótesis de un nuevo referéndum, aunque Theresa May la excluye categóricamente. En ese caso, los británicos deberían pronunciarse sobre los términos del acuerdo logrado por la primera ministra e incluso sobre la eventual anulación pura y simple del Brexit.