/ domingo 26 de agosto de 2018

Tensión militar en el mar Negro y el Mediterráneo

El último episodio de esa guerra fría se produjo ayer por la mañana, cuando al menos dos Eurofighters Typhoon británicos despegaron de su base en Rumania para escoltar sobre el Mar Negro a dos aviones rusos

PARIS, Francia – Una fuerte tensión militar reina desde hace días desde el mar Negro al Mediterráneo Oriental entre Rusia y los aliados de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).


El último episodio de esa guerra fría se produjo ayer por la mañana, cuando al menos dos Eurofighters Typhoon británicos despegaron de su base en Rumania —por tercera vez en una semana— para escoltar sobre el Mar Negro a dos aviones rusos que se habían aproximado demasiado de las fronteras de ese país.


El servicio de prensa de la Royal Air Force dio una amplia difusión a ese incidente protagonizado por un avión anfibio Beriev Be-12 y un aparato de transporte Antonov An-26 de las fuerzas aeroespaciales rusas.

Es la tercera vez en una semana que aparatos de la misión de la OTAN encargada de patrullar el espacio aéreo occidental para responder a un pedido de alerta lanzado a los aliados por Rumania, país que aloja varias baterías de misiles interceptores de tipo SM-2 del escudo anti-misiles instalado por la OTAN en Europa.

La embajada rusa en Gran Bretaña denunció esa acción como una medida de “provocación” y “peligrosa”.

“¿Qué amenaza puede representar para Gran Bretaña o sus aliados un avión de patrulla que vuela a lo largo de la costa rusa a más de 2.000 km del Reino Unido?”, insistió la misión diplomática.

En el segundo incidente del mismo tipo, registrado el jueves pasado, los dos aviones rusos que sobrevolaban el mar Negro habrían penetrado en el espacio aéreo rumano, según el ministerio de Defensa británico.

El ministerio ruso de Defensa, por su parte, explicó que los vuelos de la aviación de la Flota del mar Negro se realizaban en conformidad a las reglas internacionales de utilización del espacio aéreo.

Desde principios de 2017 la propaganda de Moscú insiste en denunciar que los sistemas de misiles norteamericanos instalados en Rumania constituyen una amenaza para Rusia.

Al mismo tiempo, en aguas del Mediterráneo, la OTAN multiplicó las medidas de vigilancia por temor a una operación masiva de espionaje electrónico por parte de buques militares rusos, pero en la que también participan al parecer veleros y pesqueros.
La Alianza Atlántica entregó a la Marina griega una lista de medio centenar de barcos "sospechosos", entre los que figuran numerosas embarcaciones civiles, que monitorean los desplazamientos de las unidades estadounidenses en el mar Egeo, cerca de las costas griegas.

El ministerio de Defensa ruso no oculta su preocupación por lo que considera un aumento de la presencia militar de Estados Unidos en Grecia. A título de ejemplo señala que en mayo último la Fuerza Aérea norteamericana desplegó en la base aérea de Larissa, por primera vez, drones (aparatos no tripulados) MQ-9 Reaper. Además, a principios de agosto llegaron a esa base aérea dos cazas estadounidenses F-22 Raptor.

Especialistas occidentales en cuestiones militares asociaron esos episodios a un aumento de la tensión en Siria.

En las últimas horas, el Kremlin lanzó una intensa campaña de denuncias advirtiendo sobre la inminencia de un ataque químico en Siria, en el cual “podrían participar expertos extranjeros angloparlantes”.


El general Igor Konachenkov, portavoz del ministerio ruso de Defensa, afirmó el domingo que “expertos extranjeros angloparlantes” habían llegado a Siria para preparar un ataque químico con cloro en Kafr Zita, en la región de Idleb. El operativo, orquestado como un escenario de film, estaría destinado a incriminar al presidente Bachar el Asad.


A juicio de los especialistas occidentales en cuestiones militares, la denuncia de Moscú constituye una operación de intoxicación orientada a tender una cortina de humano para disimular una acción, probablemente con armas químicas, dirigida en realidad contra adversarios del régimen.


PARIS, Francia – Una fuerte tensión militar reina desde hace días desde el mar Negro al Mediterráneo Oriental entre Rusia y los aliados de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).


El último episodio de esa guerra fría se produjo ayer por la mañana, cuando al menos dos Eurofighters Typhoon británicos despegaron de su base en Rumania —por tercera vez en una semana— para escoltar sobre el Mar Negro a dos aviones rusos que se habían aproximado demasiado de las fronteras de ese país.


El servicio de prensa de la Royal Air Force dio una amplia difusión a ese incidente protagonizado por un avión anfibio Beriev Be-12 y un aparato de transporte Antonov An-26 de las fuerzas aeroespaciales rusas.

Es la tercera vez en una semana que aparatos de la misión de la OTAN encargada de patrullar el espacio aéreo occidental para responder a un pedido de alerta lanzado a los aliados por Rumania, país que aloja varias baterías de misiles interceptores de tipo SM-2 del escudo anti-misiles instalado por la OTAN en Europa.

La embajada rusa en Gran Bretaña denunció esa acción como una medida de “provocación” y “peligrosa”.

“¿Qué amenaza puede representar para Gran Bretaña o sus aliados un avión de patrulla que vuela a lo largo de la costa rusa a más de 2.000 km del Reino Unido?”, insistió la misión diplomática.

En el segundo incidente del mismo tipo, registrado el jueves pasado, los dos aviones rusos que sobrevolaban el mar Negro habrían penetrado en el espacio aéreo rumano, según el ministerio de Defensa británico.

El ministerio ruso de Defensa, por su parte, explicó que los vuelos de la aviación de la Flota del mar Negro se realizaban en conformidad a las reglas internacionales de utilización del espacio aéreo.

Desde principios de 2017 la propaganda de Moscú insiste en denunciar que los sistemas de misiles norteamericanos instalados en Rumania constituyen una amenaza para Rusia.

Al mismo tiempo, en aguas del Mediterráneo, la OTAN multiplicó las medidas de vigilancia por temor a una operación masiva de espionaje electrónico por parte de buques militares rusos, pero en la que también participan al parecer veleros y pesqueros.
La Alianza Atlántica entregó a la Marina griega una lista de medio centenar de barcos "sospechosos", entre los que figuran numerosas embarcaciones civiles, que monitorean los desplazamientos de las unidades estadounidenses en el mar Egeo, cerca de las costas griegas.

El ministerio de Defensa ruso no oculta su preocupación por lo que considera un aumento de la presencia militar de Estados Unidos en Grecia. A título de ejemplo señala que en mayo último la Fuerza Aérea norteamericana desplegó en la base aérea de Larissa, por primera vez, drones (aparatos no tripulados) MQ-9 Reaper. Además, a principios de agosto llegaron a esa base aérea dos cazas estadounidenses F-22 Raptor.

Especialistas occidentales en cuestiones militares asociaron esos episodios a un aumento de la tensión en Siria.

En las últimas horas, el Kremlin lanzó una intensa campaña de denuncias advirtiendo sobre la inminencia de un ataque químico en Siria, en el cual “podrían participar expertos extranjeros angloparlantes”.


El general Igor Konachenkov, portavoz del ministerio ruso de Defensa, afirmó el domingo que “expertos extranjeros angloparlantes” habían llegado a Siria para preparar un ataque químico con cloro en Kafr Zita, en la región de Idleb. El operativo, orquestado como un escenario de film, estaría destinado a incriminar al presidente Bachar el Asad.


A juicio de los especialistas occidentales en cuestiones militares, la denuncia de Moscú constituye una operación de intoxicación orientada a tender una cortina de humano para disimular una acción, probablemente con armas químicas, dirigida en realidad contra adversarios del régimen.


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