/ domingo 27 de noviembre de 2022

Ante miles, AMLO se reafirma como un hombre en campaña

López Obrador está en su terreno, en donde le ha gustado estar en los últimos treinta años: en la movilización

Andrés Manuel López Obrador es un hombre en campaña. En los últimos 30 años no ha dejado de serlo. Al menos eso es lo que dicen las arengas, las pancartas, el ambiente, el discurso y el poder de convocatoria del tabasqueño a cuatro años de tomar el poder.

Es un recorrido harto conocido por López Obrador. En ese corredor de 5.2 kilómetros que va de la Victoria Alada al Zócalo de la Ciudad de México inició --en enero de 1992, con el Éxodo por la Democracia que partió de Villahermosa a la Plaza de La Constitución-- una campaña y una movilización social que, en la marcha de este domingo, confirmó que la elección presidencial de 2024 ya es el objetivo prioritario en Palacio Nacional.

Te puede interesar: Cerca de 750 mil personas marchan con AMLO: CDMX

La autodenominada “Marcha cuatro años de transformación”o “Marcha del pueblo” deriva poco a poco en eso, en el mítin proselitista, en la porra a las “corcholatasmorenistas (Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López), en la organización para lo que viene, en la catarsis partidista que se confunde con la movilización convocada desde el gobierno.

El “¡Es un honor, estar con Obrador!”, “Pre-si-dente!” y “¡No estás solo!” acompañan a López Obrador en todo el trayecto. Es el grito de batalla de los simpatizantes del tabasqueño en las marchas del desafuero, en las movilizaciones por la defensa del voto, en la toma de protesta como “presidente legítimo”, en las campañas presidenciales de 2006, 2012 y 2018.

A cuatro años del “¡No le voy a fallar!” y del “¡Me canso ganso!”, el discurso del presidente muta: ahora descarta aspiraciones políticas de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller y asegura que no habrá reelección en la sucesión presidencial de 2024. También bautiza a su proyecto como “humanismo mexicano”.

Y en los remolinos de simpatizantes que se agolpan alrededor del tabasqueño, que lo quieren saludar, que buscan una foto, que lanzan una arenga de apoyo, se pierden, casi se difuminan, la mujer y los dos hombres que, en un año, por estas fechas, disputarán encarnizadamente la candidatura presidencial de Morena, pero sobre todo la “bendición” y el “apapacho” del hombre que cumple tres décadas en campaña.

*

Tres horas de caminar paso a paso y el presidente sólo avanza dos glorietas. Determina acortar su recorrido en el ya famoso jetta blanco a la altura del Senado de la República, casi en el cruce de Paseo de la Reforma e Insurgentes. Un rato en auto y luego otra vez a pie. Así entra al Zócalo, luego de casi seis horas de un lento andar.

Desde el Auditorio Nacional hasta la Plaza de la Constitución se abren paso los contingentes morenistas, encabezados por legisladores federales y locales, alcaldes, líderes de organizaciones sociales, alcaldes, gobernadores, funcionarios de gobiernos estatales y federal de Morena. Todos avanzan hacia el Zócalo con la consigna de apoyar y darle continuidad a la Cuatroté.

Los “chinelosmorelenses pisan fuerte a la altura de la Glorieta del Caballito, en el cruce de Paseo de la Reforma con Bucareli. Más allá, casi llegando a la Alameda Central, las bandas de música de Oaxaca, Guerrero, Tamaulipas y Chihuahua se abren paso entre empellones.

También la movilización se da en calles y colonias aledañas al andador histórico. Hasta ahí llegan cientos de autobuses, camionetas, taxis, autos particulares repletos de personas procedentes de distintos estados del país. Desde las primeras horas del domingo comienzan, en esos puntos, su incorporación a la columna principal.

El “pase de lista” se deja ver en la colonia Guerrero, en la Anzures, en la Zona Rosa, en las inmediaciones de las estaciones del Metro Hidalgo, Insurgentes, Revolución, Chapultepec, Sevilla, San Cosme. El desayuno “solidario” se reparte sin tapujos para “aguantar” la caminata.

Pulque hidalguense, carnitas michoacanas, tamales de chiapanecos, atole chilango, tlayudas oaxaqueñas se ofrecen en el trayecto.

La fiesta obradorista se desborda en el primer cuadro de la capital del país y busca a toda costa compararla con la movilización que se realizó hace dos domingos, la de la “defensa” del Instituto Nacional Electoral (INE) que se desarrolló entre el Ángel de la Independencia y el Monumento a la Revolución.

“¡Somos acarreados!”, grita un grupo de servidores públicos en las inmediaciones de la Glorieta a Cuauhtémoc.

La escena rememora aquella consigna de burócratas el 28 de agosto de 1968, en el acto de “desagravio a la bandera”, durante el movimiento estudiantil, que fueron sacadas de sus oficinas por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz para supuestamente repudiar el izamiento de una bandera rojinegra por parte de los estudiantes la noche anterior.

López Obrador está en su terreno, en donde le ha gustado estar en los últimos treinta años: en la movilización, en las calles, en el templete, encabezando mítines, en la arenga, en el contacto con sus simpatizantes, en campaña, esa que no ha cesado en tres décadas y que este domingo sólo abrió una nueva etapa de cara a los comicios de 2024.

Andrés Manuel López Obrador es un hombre en campaña. En los últimos 30 años no ha dejado de serlo. Al menos eso es lo que dicen las arengas, las pancartas, el ambiente, el discurso y el poder de convocatoria del tabasqueño a cuatro años de tomar el poder.

Es un recorrido harto conocido por López Obrador. En ese corredor de 5.2 kilómetros que va de la Victoria Alada al Zócalo de la Ciudad de México inició --en enero de 1992, con el Éxodo por la Democracia que partió de Villahermosa a la Plaza de La Constitución-- una campaña y una movilización social que, en la marcha de este domingo, confirmó que la elección presidencial de 2024 ya es el objetivo prioritario en Palacio Nacional.

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La autodenominada “Marcha cuatro años de transformación”o “Marcha del pueblo” deriva poco a poco en eso, en el mítin proselitista, en la porra a las “corcholatasmorenistas (Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López), en la organización para lo que viene, en la catarsis partidista que se confunde con la movilización convocada desde el gobierno.

El “¡Es un honor, estar con Obrador!”, “Pre-si-dente!” y “¡No estás solo!” acompañan a López Obrador en todo el trayecto. Es el grito de batalla de los simpatizantes del tabasqueño en las marchas del desafuero, en las movilizaciones por la defensa del voto, en la toma de protesta como “presidente legítimo”, en las campañas presidenciales de 2006, 2012 y 2018.

A cuatro años del “¡No le voy a fallar!” y del “¡Me canso ganso!”, el discurso del presidente muta: ahora descarta aspiraciones políticas de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller y asegura que no habrá reelección en la sucesión presidencial de 2024. También bautiza a su proyecto como “humanismo mexicano”.

Y en los remolinos de simpatizantes que se agolpan alrededor del tabasqueño, que lo quieren saludar, que buscan una foto, que lanzan una arenga de apoyo, se pierden, casi se difuminan, la mujer y los dos hombres que, en un año, por estas fechas, disputarán encarnizadamente la candidatura presidencial de Morena, pero sobre todo la “bendición” y el “apapacho” del hombre que cumple tres décadas en campaña.

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Tres horas de caminar paso a paso y el presidente sólo avanza dos glorietas. Determina acortar su recorrido en el ya famoso jetta blanco a la altura del Senado de la República, casi en el cruce de Paseo de la Reforma e Insurgentes. Un rato en auto y luego otra vez a pie. Así entra al Zócalo, luego de casi seis horas de un lento andar.

Desde el Auditorio Nacional hasta la Plaza de la Constitución se abren paso los contingentes morenistas, encabezados por legisladores federales y locales, alcaldes, líderes de organizaciones sociales, alcaldes, gobernadores, funcionarios de gobiernos estatales y federal de Morena. Todos avanzan hacia el Zócalo con la consigna de apoyar y darle continuidad a la Cuatroté.

Los “chinelosmorelenses pisan fuerte a la altura de la Glorieta del Caballito, en el cruce de Paseo de la Reforma con Bucareli. Más allá, casi llegando a la Alameda Central, las bandas de música de Oaxaca, Guerrero, Tamaulipas y Chihuahua se abren paso entre empellones.

También la movilización se da en calles y colonias aledañas al andador histórico. Hasta ahí llegan cientos de autobuses, camionetas, taxis, autos particulares repletos de personas procedentes de distintos estados del país. Desde las primeras horas del domingo comienzan, en esos puntos, su incorporación a la columna principal.

El “pase de lista” se deja ver en la colonia Guerrero, en la Anzures, en la Zona Rosa, en las inmediaciones de las estaciones del Metro Hidalgo, Insurgentes, Revolución, Chapultepec, Sevilla, San Cosme. El desayuno “solidario” se reparte sin tapujos para “aguantar” la caminata.

Pulque hidalguense, carnitas michoacanas, tamales de chiapanecos, atole chilango, tlayudas oaxaqueñas se ofrecen en el trayecto.

La fiesta obradorista se desborda en el primer cuadro de la capital del país y busca a toda costa compararla con la movilización que se realizó hace dos domingos, la de la “defensa” del Instituto Nacional Electoral (INE) que se desarrolló entre el Ángel de la Independencia y el Monumento a la Revolución.

“¡Somos acarreados!”, grita un grupo de servidores públicos en las inmediaciones de la Glorieta a Cuauhtémoc.

La escena rememora aquella consigna de burócratas el 28 de agosto de 1968, en el acto de “desagravio a la bandera”, durante el movimiento estudiantil, que fueron sacadas de sus oficinas por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz para supuestamente repudiar el izamiento de una bandera rojinegra por parte de los estudiantes la noche anterior.

López Obrador está en su terreno, en donde le ha gustado estar en los últimos treinta años: en la movilización, en las calles, en el templete, encabezando mítines, en la arenga, en el contacto con sus simpatizantes, en campaña, esa que no ha cesado en tres décadas y que este domingo sólo abrió una nueva etapa de cara a los comicios de 2024.

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