Forjado en la cultura del esfuerzo, Silverio Abarca Zamacona, a sus 70 años de edad, atiende su puesto de revistas y periódicos, con el mismo tesón del primer día, aunque está consciente que la profesión de voceador ya no es negocio y que está a punto de la extinción.
En entrevista, este personaje de la vida diaria, quien llega desde las 7:00 de la mañana a su local, que tiene instalado sobre la costera Miguel Alemán, frente al edificio de Telmex y a un costado del edificio inteligente, ha sido testigo del auge y la caída de la venta de revistas y periódicos.
Pero no siempre se dedicó a voceador, reveló, en principio, que es oriundo de un pueblito serrano del municipio de Tecpan de Galeana, de donde emigra en 1972 al puerto de Acapulco y se emplea por 18 años en una empresa de transporte, de ahí se integró a la Unión de Voceadores, de la que forma parte hasta la fecha.
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Pero sus inicios como vendedor de un puesto de revistas, fue en la entrada del centro comercial Flamboyán, ahí experimento fracasos, pero también probó su fortaleza y las ganas de salir adelante; por espacio de 3 años tuvo abundante ganancias, que lo motivó a no flaquear y mantenerse en el negocio.
Se cambió de lugar y llegó al sitio en donde se encuentra actualmente, después de 30 años de trabajar con ahínco, en su retrospectiva, admite que la época dorada de la venta de revistas y periódicos, llegó a su fin y quienes aún están firmes en sus puestos, sólo subsisten a la espera del final.
Abarca Zamacona señaló que las redes sociales y los smartphone, aceleraron la caída de la venta de revistas y periódicos, provocó, en su caso, que sus ganancias se desplomaran, esto debido a que en este proceso, medios nacionales impresos y algunos locales, quebraron y dejaron de circular, al no poder competir con el internet.
La situación se complicó con la pandemia del Covid-19, algunos de sus compañeros perdieron la batalla ante el patógeno y otros, aunque siguen atendiendo sus negocios, tuvieron pérdidas y ha sido difícil poder recuperarse.
Las revistas casi ya no se venden, lo mismo ocurre con los periódicos y sobreviven con las ganancias que les deja la venta de cigarros, algunos venden golosinas, entre otros artículos para poder sobrevivir, pero lo cierto es que el negocio está en crisis y que es muy factible que pronto tenga que cerrar.
Pero mientras llega ese día, seguro de sí mismo, hizo un compromiso de atender su negocio y estar hasta el final, “me dio de comer, a sostener a mis tres hijos y a mi esposa, así que voy a seguir hasta que Dios me lo permita”, precisó Silverio, sin dejar de limpiar el polvo de su mercancía y atender a sus ocasionales clientes, que se detienen por un cigarro.