/ viernes 1 de noviembre de 2019

Tragedia y lamentos en la Casa Maldita

Vecinos oyen gritos en el lugar donde una joven mujer embarazada y su bebé fueron asesinados

Todos aquellos que caminan por la calle Inalámbrica que une la avenida costera Miguel Alemán y la avenida Adolfo López Mateos donde se encuentran el Castillo de los Leones y los vestigios del hotel Sans Souci, primera hospedería gay en Acapulco, oyen gritos y lamentos que generan una sensación que provoca escalofríos durante las oscuras noches en la ciudad.

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En los finales de los noventa, los propietarios del inmueble que se encuentra en el número 28 de la calle Inalámbrica —arquitecto español y esposa— se encontraban descansando. Una joven que trabajaba como auxiliar doméstica del matrimonio, narran quienes dicen saber la historia, recibía de nueva cuenta a quien era su pareja sentimental.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

La mozuela tenía relaciones con el mozalbete que se dedicaba a timar a mujeres para conseguir favores sexuales. La tragedia de la joven comenzó cuando le dijo que se encontraba embarazada y quería tener al bebé. Esa noche, el garañón iba a solucionar el problema que le había surgido.

Pese a las negativas de la mujer, su cobarde argumento fue que ese hijo no era suyo. Que había descubierto que tenía relaciones con su patrón y que no lo iba a permitir.

A golpes comenzó su enferma venganza. Encontró un serrucho entre la herramienta que estaba en el patio de la vivienda. Al cuerpo tirado, aún con vida, comenzó a cortarlo por el abdomen para sacar el producto de sus encuentros sexuales.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

Una vez conseguido el objetivo, el hombre buscó una salida del inmueble para evitar que los vecinos lo vieran. Evitó a toda costa utilizar la entrada principal para escapar. Por la parte de atrás, brincó la barda y se fue deslizando por el monte hasta llegar a la avenida López Mateos.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

Quienes aún recuerdan esa tragedia indican que el asesino todavía se paró ante un taquero que vendía en la esquina de una de las calles que colindan con La Quebrada y, sin pena ni pudor alguno, comió la ración que había pedido.

Los gritos estremecedores de la mujer rompieron la quietud de la noche y llegaron hasta la recámara de los patrones. El arquitecto vio la escena desgarradora: sangre por donde sea y todavía el cuerpo de la mujer movía sus manos.

Sin importarle, se agachó y buscó ayudarla. Eso provocó que se manchara de la sangre que, por doquier, estaba en el lugar. Sin embargo, nada pudo hacer para impedir que finalmente perdiera la vida.

Cuando los policías judiciales llegaron al lugar, no dudaron tantito en culparlo de aquel atroz asesinato. Detenido y exhibido ante los medios y la sociedad, el extranjero encontró el apoyo del gobierno español que tuvo que intervenir para lograr su libertad.

Años más tarde, tras conocerse la verdad y resolverse el terrible crimen, el arquitecto retornó a su hogar.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

Los vecinos cuentan que no fue el mismo. Su espíritu decayó y la tristeza le embargó cada día que pasaba.

Hubo un día que de la Mansión de los Leones salía un mal olor. Era como la pestilencia de un perro muerto. Los vecinos comenzaron a preguntarse por el propietario a quien hacía días que no lo habían visto.

Uno de ellos logró subirse a la reja para ver hacia el interior. Lo que vio fue la figura del hombre sentado en la mesa de jardín. Por más que le gritó no hizo caso lo que provocó más inquietud entre sus vecinos quienes comenzaron a pensar lo peor.

Cuando la policía logró entrar encontró al hombre sentado, sin vida. La putrefacción había comenzaron a aparecer en las zonas blandas...

En sus manos atiesadas, tenía un ejemplar de El Sol de Acapulco que leyó hasta que la Muerte se lo llevó.

Los fantasmas gays del Sans Souci

Muchos relatos, algunos inverosímiles y espectaculares, han surgido de la histórica calle Inalámbrica que une la avenida costera Miguel Alemán con la avenida Adolfo López Mateos, justamente en la zona turística de La Quebrada. Vecinos de la zona cuentan que, algunas noches, se escuchan quejidos y hasta aullidos desde una vieja construcción abandonada desde hace más de 35 años.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

Se trata de una construcción de dos niveles, con varios cuartos que llegan en declive hacia la parte más alta donde se puede ver la zona de Caleta y Caletilla y el vasto Océano Pacífico que choca en los riscos de La Quebrada. A los pies pueden escucharse las olas de la playa Langosta —o La Angosta como ahora le llaman—, otro sitio emblemático de aquel Acapulco que se fue.

Hay quien dice que los gritos desgarradores son de hombres y mujeres —que hoy se llama comunidad lésbico gay—, que se reunían para sus orgías y, tras el consumo exagerado de alcohol, drogas y sexo, se generaban batallas épicas que seguramente dejaron muertos que fueron inhumados en fosas comunes porque jamás fueron reclamados.

A finales de los sesenta, el Hotel Sans Souci y el centro nocturno del mismo nombre, que administraba Alfredo G. Lobato a su vez propietario del periódico Diario de Acapulco, fueron los centros de diversión pioneros en el país para la entonces comunidad gay.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

La hospedería se ubicaba en la zona más visitada por turistas extranjeros, principalmente del jet set norteamericano y canadiense, y fue considerada como la pionera de la comunidad homosexual de la época que realizaba todas las noches grandes orgías y bacanales sin pudor alguno.

En el lugar, se registraron infinidad de pleitos pasionales que no fueron reseñados por los periódicos de la época debido a que se encontraba en una zona casi exclusiva de la zona tradicional de Caleta. El inmueble se encontraba en la calle Inalámbrica 88 y para llegar a él era necesario llegar en vehículo particular, nunca en automóvil del servicio público, que tenía que pasar por dos filtros de vigilancia.

El Sans Souci tuvo su esplendor de 1969 hasta el año de 1976 cuando la zona tradicional de Acapulco dejó de ser visitada debido a que el puerto comenzó a crecer hacia lo largo de su bahía con la construcción de la avenida costera que tenía más de 13 kilómetros de longitud.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

Aunque tampoco hay pruebas fotográficas de esas noches de placer, los vecinos del lugar cuentan que John Wayne, Yul Bryner y Steve MacQueen, entre otras grandes estrellas de Hollywood de la época, aprovechaban su estancia en el puerto y participaban en esas fiestas luego de salir de aquellas inolvidables Reseñas Históricas que reunía a la gente del espectáculo norteamericano en este paradisiaco lugar.

El Gallery y el Peackok Alley fueron los nuevos centros de diversión para homosexuales en los setenta y en sus entarimados se realizaban espectáculos de fonomímica de hombres vestidos como mujeres.

A finales de los setenta, el entonces dirigente de la sección 20 de la Confederación de Trabajadores de México, Félix Liera Ortiz, colocó las banderas rojinegras con lo que le dio la puntilla a ese sitio que no se volvió a ocupar hasta hace poco cuando un empresario acapulqueño lo compró.



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Todos aquellos que caminan por la calle Inalámbrica que une la avenida costera Miguel Alemán y la avenida Adolfo López Mateos donde se encuentran el Castillo de los Leones y los vestigios del hotel Sans Souci, primera hospedería gay en Acapulco, oyen gritos y lamentos que generan una sensación que provoca escalofríos durante las oscuras noches en la ciudad.

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En los finales de los noventa, los propietarios del inmueble que se encuentra en el número 28 de la calle Inalámbrica —arquitecto español y esposa— se encontraban descansando. Una joven que trabajaba como auxiliar doméstica del matrimonio, narran quienes dicen saber la historia, recibía de nueva cuenta a quien era su pareja sentimental.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

La mozuela tenía relaciones con el mozalbete que se dedicaba a timar a mujeres para conseguir favores sexuales. La tragedia de la joven comenzó cuando le dijo que se encontraba embarazada y quería tener al bebé. Esa noche, el garañón iba a solucionar el problema que le había surgido.

Pese a las negativas de la mujer, su cobarde argumento fue que ese hijo no era suyo. Que había descubierto que tenía relaciones con su patrón y que no lo iba a permitir.

A golpes comenzó su enferma venganza. Encontró un serrucho entre la herramienta que estaba en el patio de la vivienda. Al cuerpo tirado, aún con vida, comenzó a cortarlo por el abdomen para sacar el producto de sus encuentros sexuales.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

Una vez conseguido el objetivo, el hombre buscó una salida del inmueble para evitar que los vecinos lo vieran. Evitó a toda costa utilizar la entrada principal para escapar. Por la parte de atrás, brincó la barda y se fue deslizando por el monte hasta llegar a la avenida López Mateos.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

Quienes aún recuerdan esa tragedia indican que el asesino todavía se paró ante un taquero que vendía en la esquina de una de las calles que colindan con La Quebrada y, sin pena ni pudor alguno, comió la ración que había pedido.

Los gritos estremecedores de la mujer rompieron la quietud de la noche y llegaron hasta la recámara de los patrones. El arquitecto vio la escena desgarradora: sangre por donde sea y todavía el cuerpo de la mujer movía sus manos.

Sin importarle, se agachó y buscó ayudarla. Eso provocó que se manchara de la sangre que, por doquier, estaba en el lugar. Sin embargo, nada pudo hacer para impedir que finalmente perdiera la vida.

Cuando los policías judiciales llegaron al lugar, no dudaron tantito en culparlo de aquel atroz asesinato. Detenido y exhibido ante los medios y la sociedad, el extranjero encontró el apoyo del gobierno español que tuvo que intervenir para lograr su libertad.

Años más tarde, tras conocerse la verdad y resolverse el terrible crimen, el arquitecto retornó a su hogar.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

Los vecinos cuentan que no fue el mismo. Su espíritu decayó y la tristeza le embargó cada día que pasaba.

Hubo un día que de la Mansión de los Leones salía un mal olor. Era como la pestilencia de un perro muerto. Los vecinos comenzaron a preguntarse por el propietario a quien hacía días que no lo habían visto.

Uno de ellos logró subirse a la reja para ver hacia el interior. Lo que vio fue la figura del hombre sentado en la mesa de jardín. Por más que le gritó no hizo caso lo que provocó más inquietud entre sus vecinos quienes comenzaron a pensar lo peor.

Cuando la policía logró entrar encontró al hombre sentado, sin vida. La putrefacción había comenzaron a aparecer en las zonas blandas...

En sus manos atiesadas, tenía un ejemplar de El Sol de Acapulco que leyó hasta que la Muerte se lo llevó.

Los fantasmas gays del Sans Souci

Muchos relatos, algunos inverosímiles y espectaculares, han surgido de la histórica calle Inalámbrica que une la avenida costera Miguel Alemán con la avenida Adolfo López Mateos, justamente en la zona turística de La Quebrada. Vecinos de la zona cuentan que, algunas noches, se escuchan quejidos y hasta aullidos desde una vieja construcción abandonada desde hace más de 35 años.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

Se trata de una construcción de dos niveles, con varios cuartos que llegan en declive hacia la parte más alta donde se puede ver la zona de Caleta y Caletilla y el vasto Océano Pacífico que choca en los riscos de La Quebrada. A los pies pueden escucharse las olas de la playa Langosta —o La Angosta como ahora le llaman—, otro sitio emblemático de aquel Acapulco que se fue.

Hay quien dice que los gritos desgarradores son de hombres y mujeres —que hoy se llama comunidad lésbico gay—, que se reunían para sus orgías y, tras el consumo exagerado de alcohol, drogas y sexo, se generaban batallas épicas que seguramente dejaron muertos que fueron inhumados en fosas comunes porque jamás fueron reclamados.

A finales de los sesenta, el Hotel Sans Souci y el centro nocturno del mismo nombre, que administraba Alfredo G. Lobato a su vez propietario del periódico Diario de Acapulco, fueron los centros de diversión pioneros en el país para la entonces comunidad gay.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

La hospedería se ubicaba en la zona más visitada por turistas extranjeros, principalmente del jet set norteamericano y canadiense, y fue considerada como la pionera de la comunidad homosexual de la época que realizaba todas las noches grandes orgías y bacanales sin pudor alguno.

En el lugar, se registraron infinidad de pleitos pasionales que no fueron reseñados por los periódicos de la época debido a que se encontraba en una zona casi exclusiva de la zona tradicional de Caleta. El inmueble se encontraba en la calle Inalámbrica 88 y para llegar a él era necesario llegar en vehículo particular, nunca en automóvil del servicio público, que tenía que pasar por dos filtros de vigilancia.

El Sans Souci tuvo su esplendor de 1969 hasta el año de 1976 cuando la zona tradicional de Acapulco dejó de ser visitada debido a que el puerto comenzó a crecer hacia lo largo de su bahía con la construcción de la avenida costera que tenía más de 13 kilómetros de longitud.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

Aunque tampoco hay pruebas fotográficas de esas noches de placer, los vecinos del lugar cuentan que John Wayne, Yul Bryner y Steve MacQueen, entre otras grandes estrellas de Hollywood de la época, aprovechaban su estancia en el puerto y participaban en esas fiestas luego de salir de aquellas inolvidables Reseñas Históricas que reunía a la gente del espectáculo norteamericano en este paradisiaco lugar.

El Gallery y el Peackok Alley fueron los nuevos centros de diversión para homosexuales en los setenta y en sus entarimados se realizaban espectáculos de fonomímica de hombres vestidos como mujeres.

A finales de los setenta, el entonces dirigente de la sección 20 de la Confederación de Trabajadores de México, Félix Liera Ortiz, colocó las banderas rojinegras con lo que le dio la puntilla a ese sitio que no se volvió a ocupar hasta hace poco cuando un empresario acapulqueño lo compró.



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