Mario, es un turista de la Ciudad de México que este inicio de fin de semana, arribó al puerto de Acapulco para pasar unos días de descanso ante la situación estresante que ha provocado la pandemia.
En el mar, la vida es más sabrosa, menciona que dice la canción y se dice preparado para disfrutar de las cálidas aguas marinas, así como de la comida tradicional. “Me espera un rico ceviche y unas quesadillas con respectivas cheves”, alcanza a comentar en una breve charla y se metió al mar a darse un chapuzón.
Aquí, las recomendaciones sanitarias no se acatan, no hay sana distancia ni mucho menos cubrebocas que contribuyan a evitar que siga a la alza la cifra de contagios de coronavirus que hasta este viernes, sumaban 8 mil 120 infectados en el puerto.
Las carcajadas de los bañistas, la risa de los niños, los apapachos entre parejas, son algo normal en los balnearios porteños donde los asistentes que no temen al contagio de Covid-19, menos temerán a las olas grandes y corrientes fuertes de la playa Condesa de Acapulco.
Los prestadores de servicios turísticos, ofrecen el parachute (o paracaidas) a los visitantes, un paseo en la banana o la renta de una moto acuática para disfrutar de la altura o la velocidad.
Algunos padres juegan con sus hijos y los vigilan para evitar que puedan ser arrastrados por las corrientes marinas que, en este balneario ha arrastrado, desaparecido u ahogado a cientos de visitantes.