El cierre de las playas por la crisis sanitaria por el Covid-19, ha dejado sin trabajo a decenas de jóvenes, que tienen que buscar otra forma de ganarse la vida y rifársela por las noches para poder sacar al menos para comer.
Es el caso del joven Air Antonio Covarrubias Wences, de 16 años de edad, quien, a pesar de la fatiga por cargar una hielera con paletas, recorre las calles del puerto de Acapulco, principalmente la franja costera para ofrecer su producto antes de que se derrita.
Huérfano a temprana edad, tuvo que dejar los estudios paulatinamente y ayudar a su tía con el gasto de la casa, haya por la colonia Amín Zarur, que se localiza por Las Cruces, de donde sale todas las mañanas a buscar trabajo en la playa.
Sin embargo, debido al cierre de estos espacios recreativos que se decretó por el incremento de contagios de coronavirus, tuvo que usar sus pocos ahorros y se le vino la idea de comprar en peleterías un poco de mercancía y ofrecerlas por su cuenta, transportándola en una hielera.
Sin perder el ánimo, dice que la venta es baja, debido a que, por la misma pandemia, pocos le compran su producto y hay en ocasiones que ha perdido toda la mercancía, pues las paletas con el paso de las horas se derriten y no tiene en su domicilio refrigerador.
“Tengo que recorrer la costera Miguel Alemán, en donde ofrezco paletas de todos los sabores, hay de agua y de leche, que vendo a 10 pesos, yo la compró en cinco pesos así que le gano poco, pero tengo a veces para llevar para el sustento de mi tía y mis abuelitos”, dice.
Afirmó que, desconoce que haya algún programa de apoyo por la pandemia, pues en su caso, no tiene de otra que trabajar y tratar de ahorrar, para no perder sus estudios, que momentáneamente dejo por la necesidad de salir a la playa La Angosta, en donde vende sus paletas.
Con un dejo de tristeza en su rostro, dice que extraña a sus padres, pero está determinado a trabajar duro para ser alguien en la vida y seguir con sus estudios, que el mismo se costea, “aunque tenga que trabajar duro”.
A pesar de que la noche había caído, dijo, que todavía tenía muchas paletas, por lo que iba a tratar de vender con las personas que llegan al área de Sinfonía del Mar, a degustar a pesar de la restricción que existe por las autoridades para evitar la propagación del virus, al que está expuesto contraerlo por su contacto constante con la gente.
Y cargando su hielera continuó su camino amparado por las sombras de la noche, para vender su producto que llevaba casi intacto por las bajas ventas del día y arriesgando a la vez, su salud y su propia vida.