Artesanos indígenas que tejen palma para la fabricación de los ramos en las celebraciones religiosas en Acapulco, reportaron buenas ventas del producto durante este domingo, mencionando que la tradición no se ha perdido entre las generaciones.
Muchos de las personas que este domingo se apostaron a las afueras de la catedral de Nuestra Señora de la Soledad, en el Zócalo de Acapulco, son habitantes de municipios vecinos en donde aprendieron la labor para ganar unos pesos en la temporada vacacional.
Es el caso de Santiago Capulín, un joven que estudia el bachillerato y es nacido en Ayotzinapa, municipio de Zitlala, asentamiento en donde tan solo el 26 por ciento de la población mayor de 12 años está ocupada laboralmente; este joven recorrió un camino por más de tres horas para poder llegar al puerto para vender sus palmitas y buscar un empleo durante las vacaciones.
“Yo siempre vengo a vender con mis amigos aquí a Acapulco, siempre acabo todos mis ramos gracias a Dios, aunque sea un poco de dinero me junto, después de aquí me voy a una taquería donde me recomendaron y así voy a trabajar hasta que terminen las vacaciones y de ahí me regreso”, indicó.
Otros comerciantes de este mismo giro, indicaron que realizan más de 200 ramos hechos de palma cortada en los municipios de donde provienen, los cuales son vendidos en su totalidad y el 2019 no fue la excepción, debido a que las ventas llegaron a ser las esperadas, argumentando que “no ganamos mucho, pero si nos alcanza para una comida”.