A una semana del regreso a la nueva normalidad, en el puerto de Acapulco, hay alarma por el alto riesgo de un rebrote de la pandemia por Covid-19, derivado del relajamiento de las políticas de contención y al incumplimiento a las normas sanitarias que debían de acatar los propietarios de los comercios que se reactivaron de manera parcial a partir del 2 de julio.
Los números son fríos, el titular de la Secretaría de Salud del estado, Carlos de la Peña Pintos, en conferencia virtual prendió los focos rojos porque en un solo día, es decir, el miércoles 08 de julio, el puerto de Acapulco registró 184 casos positivos de contagios del virus, que reflejó el encomioso comportamiento social.
Los exhortos que ha hecho el titular del ejecutivo del estado a la población de seguir cumpliendo con el uso del cubrebocas y respetar la sana distancia, cayeron en saco roto y este ensayo a la nueva normalidad se está desmoronando por el elevado deterioro cultural prevaleciente en la convivencia social protagonizada por gran parte de los ciudadanos de Acapulco.
La necesidad de paliar los estragos en la economía que ha dejado el coronavirus y la presión de un sector de los hoteleros que exigían poner fin al confinamiento, propicio que el gobernador Héctor Astudillo Flores, convocará a una reunión virtual a los alcaldes de los principales destinos turísticos de la entidad, con el propósito de implementar acciones y una estrategia para la reapertura de hoteles, restaurantes y playas, en un 30 por ciento.
Sin embargo, desde un principio se podía palpar en el ambiente la preocupación de las autoridades, porque la reactivación de la actividad turística, se daba en un momento en que Guerrero, se mantenía en la plataforma nacional de la Secretaría de Salud, en rojo, aunque el subsecretario de Salud Federal, Hugo López Gatell, término por dar el empujón, con el anunció de cambiar de color a naranja el jueves 2 de julio.
La presidenta municipal, Adela Román Ocampo, a pesar del pronostico halagador de López Gatell, previó al regreso a la nueva normalidad, lanzó una advertencia de que, en la reapertura de actividades, su gobierno sería exigente para la aplicación estricta de las medidas de seguridad sanitaria, que se desvaneció en el aire.
Desde el primer día de la reapertura gradual de hoteles, restaurantes, negocios y playas, se documentó un muestrario de comportamiento desordenado de turistas y locales, totalmente contrario a las recomendaciones de los especialistas para reducir la letalidad del Covid-19.
Para dar una idea de los efectos que causo la anarquía, el jueves 2 de julio el puerto tenía tres mil 228 casos positivos y 495 defunciones, el viernes se elevó a tres mil 283 y 504 fallecidos, cifra que fue en aumento hasta alcanzar 184 enfermos del virus en un solo día, que devela que nuevamente Acapulco está a punto de volver a pintarse de rojo.
El presidente de la Confederación de Sociedades Cooperativas de Transporte y Servicios Turísticos de la República Mexicana (Confetur-Cots), Salvador Soto Sánchez, fue el primero que advirtió que, no era momento de la reactivación de la actividad turística y cuestionó porque no se esperaba el pico de la curva de contagios.
Asimismo, fue quien propuso que, era mejor mantener unos días más la cuarentena y salir de la fase más critica de contagios, toda vez que seguía el relajamiento en la convivencia social, factor principal del elevado número de enfermos por las partículas virales.
A esto habría que añadir, que, a pesar de los llamados a los hoteleros y restauranteros, el cumplimiento de las normas sanitarias, como es la utilizar cubrebocas y distribuir el gel antibacterial, algunos ignoraron aplicar estas medidas de prevención y dolosamente toleraron las aglomeraciones, con la venta de bebidas alcohólicas sin ningún control.
Que decir de las playas, se puso como regla solo permitir actividades individuales como caminar, correr o nadar, y reuniones de un máximo de tres personas, guardando la sana distancia, pero fue todo lo contrario y hasta hubo el uso comunitario de sombrillas y camastros, como si no pasara nada.
Por lo que el intento de frenar la recesión económica provocada por el confinamiento, podría convertirse en un colapso pandémico y terminar con las expectativas de las autoridades sobre la quimera de construir un nuevo Acapulco.