A pesar de los años, las intensas lluvias que provocó el huracán “Paulina” e impactaron a Guerrero el 9 de octubre de 1997, no lo olvidan, principalmente quienes sufrieron la tragedia y lo perdieron todo o a un ser querido por las inundaciones, derrumbes y deslaves.
Quienes vivieron esa pesadilla, recuerdan a la distancia que hubo reportes erróneos por parte de las autoridades, por lo que las fuertes rachas de aire que acompañaron al meteoro, pasó desapercibido para el grueso de la población durante la noche del martes 8 de octubre.
Sin embargo, la precipitación pluvial se intensificó, mostró su fuerza y sorprendió durante la madrugada del miércoles a miles de familias, entre estas las que habitaban en la calle Zimapán, cerca de la parroquia de La Sagrada Familia, que sufrieron el golpe de la corriente del caudal que bajó de las partes altas.
Un integrante de la familia Centell, cuyo domicilio lo tenían en la calle Zimapán, cerca de la parroquia, reveló que nunca les cruzó por la mente que la lluvia que se sintió durante la noche de ese martes, iba a provocar un impacto profundo y duradero en la ciudad y en las personas que la habitan.
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En eso tuvo razón, pues al incrementar su densidad la precipitación pluvial, la crecida de los arroyos fue importante, causaron daños a la infraestructura de la ciudad, incluyendo edificios, carreteras, puentes y sistemas de energía eléctrica y telecomunicaciones, pero fundamentalmente a quienes habitaban sobre sus márgenes y laderas.
Las primeras víctimas fueron las arrastradas por la corriente del caudal, tal y como ocurrió con la familia Centell, quienes tuvieron que abandonar su hogar, pero no todos lo lograron la señora Griselda Centell, fue arrastrada por la fuerte corriente y lamentablemente pereció.
Para ese momentos, lodo y piedras, eran arrastradas con fuerza y provocó una avalancha en las laderas de las montañas cercanas al anfiteatro de la ciudad, que causó la muerte de decenas de personas y dejó a muchas más heridas y desaparecidas, que se contaron por cientos, algunas jamás fueron encontradas.
La señora Gutiérrez, no quiso dar su nombre, quien fue una de las sobrevivientes del huracán Paulina, cuyo domicilio lo tenía en la colonia Palma Sola, una de las colonias que fue golpeada por la lluvia torrencial y la creciente del arroyo, dijo que el agua inundo su domicilio.
Estaba con mis hijos en el segundo piso, cuando el ruido de los fuertes vientos y la crecida del arroyo, arrastraba todo a su paso, cuando nos dimos cuenta, el agua había inundado el primer piso y fue cuando tuvimos que salir como pudimos, con miedo de que la casa se derrumbara.
Dijo que buscó refugió con vecinos que tuvieron mayor suerte, hasta que al amanecer pudieron darse cuenta del impacto que sufrió el puerto de Acapulco, fue cuando dio gracias a Dios por haber sobrevivido a la estela de destrucción y dolor que afectó a miles de personas.
Es de hacerse notar que no se olvida también que muchos de los sobrevivientes del huracán Paulina demostraron una determinación y coraje excepcionales para ayudar a sus familias, amigos y vecinos en un momento en el que la ciudad estaba completamente desolada e incomunicada.
En la actualidad, esta tragedia que está por cumplir 26 años, se mantiene en la memoria del colectivo, porque se rinde tributo a las víctimas, aunque poco se ha aprendido de este amargo episodio, pues en la actualidad hay más de cinco mil familias habitando en zonas de alto riesgo y márgenes de arroyos.