Las canciones de algunos improvisados músicos no logran calmar la impaciencia y molestia que sufren por los candentes rayos del sol que, en cada fecha de pago tienen que padecer cientos de personas para cobrar su pensión del Bienestar que otorga con impuestos de los mexicanos el gobierno de la República.
Poco antes de las 07:00 de la mañana, don Pedro llegó a la sucursal ubicada en pleno centro de la ciudad, donde fue el número 15 de la fila a pesar de robarle a la mañana.
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El abuelo, de tez morena, delgado y pelo cano, con sandalias y en short, contó que la problemática es la misma en cada fecha de cobro, sin que alguno de los trabajadores de la sucursal o de la delegación de programas haga algo para atender el problema.
“Nos quemamos los píes como Cuauhtémoc para poder cobrar los recursos que se nos entregan, pero por necesidad nos aguantamos”, señaló.
Con el paso de las horas, algunas personas, varios de la tercera edad como los que están en la fila, acuden a vender dulces, aguas y otros más jóvenes y vivos, a entonar algunas canciones que les permita ganarse algunos pesos de los dineros que les entregan a los ahí formados.
Los adultos, entre los que se observan unos en andaderas, otros en sillas de ruedas, unos más en muletas, acuden a la sucursal a cobrar los recursos que se les otorgan, pero la fila y tiempo que se pierde al momento de acudir por el pago, es tiempo que ellos pierden y el cansancio los golpea.
A las 11:00 de la mañana, salió del banco, donde cobró su pensión y estima que, para el próximo cobro, no descarta volver a pasar al menos cuatro horas para poder salir de la sucursal.
En su estancia, un bolillo con agua natural le ayudó a superar el hambre que a esa hora ya empezaba a padecer por estar parado en la fila.
Algunos, llevan gorras y otros sombrillas para aguantar la inclemencia del sol que no los deja ni a sombra, porque a esa hora del día, eran 32 grados centígrados bajo la sombra los que se tenían.
Los beneficiarios de las letras D, E y F, se quejaron, como en otros momentos por esperar su turno en pleno sol donde dos improvisados músicos amenizaban su estancia al sonido de las cuerdas de una guitarra y un güiro que no calmaron su molestia por el tardado proceso de cobro de pensiones.