Removiendo la basura en busca de aluminio, plástico y PET, doña María de los Ángeles, va de basurero en basurero, consiente que está expuesta a contraer enfermedades infecciosas y agudizar sus padecimientos por estar enferma de hipertensión y diabetes.
Su diminuta figura a veces se pierde entre las bolsas de plástico llenas de basura en la Y griega de la Laja, que abarrotan los contenedores, siempre agachada y sin utilizar ningún tipo de protección, salvo el cubrebocas, que ya es parte de su vestimenta a raíz de que se aplicaron los protocolos sanitarios para evitar contagios de Covid-19.
Un poco apenada, detiene un momento su ardua labor, para dar la entrevista y refiere que, se dedica a la pepena desde hace más de un año a pesar que sabe que puede contraer una enfermedad infecciosa, con la ayuda de su niño, “porque si no trabajamos no tenemos quien nos dé (de comer)”.
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Compartió que lo que más reúne es el plástico, que vende a 13 pesos el kilo, el aluminio lo junta en su casa y cuando tiene un alto volumen, lo vende a 28 pesos el kilo, pero de vez en cuando, también el fierro viejo le saca provecho, aunque es un poco más barato y más pesado al cargarlo.
Doña María de los Ángeles, hace una pausa y opacando un sollozo, pide a las autoridades su ayuda, “mi casita que tengo haya en la avenida El Chorrito de la colonia Praderas de Guadalupe, que está en la parte alta de la Cima, el fuerte viento se llevó las láminas”.
Dijo que no tiene ayuda de nadie, hace 14 años su esposo murió y quedó viuda, haciéndose cargo de sus tres hijos, pero una de sus hijas está enferma y no puede ayudarla, por eso sale a pepenar lo que puede, “en ocasiones me va bien y me ganó mis 200 pesos, pero otras veces apenas sale para el pasaje”.
Reiteró que, en estos momentos, si cae la lluvia se van a mojar sus escasas pertenencias y tendrán que buscar refugio en la parte que todavía tiene la lámina, pero necesita ayuda, “alguien que me ayude, se lo voy agradecer”.
Es así, que esta mujer guerrera, sigue con la pepena, vigilando que el mal tiempo no la sorprenda, aunque su mayor preocupación es perder los pocos muebles que tiene en su humilde vivienda de Praderas de Guadalupe.