Con su diminuta minifalda y el rostro cubierto de maquillaje, Margot trata de llamar la atención de los hombres que pasan por la calle Belisario Domínguez, compitiendo con otras mujeres de buen ver que, con mirada picara y mostrando un poco más de lo debido, buscan atrapar a un cliente.
Son apenas las 11:00 de la mañana, en esta calle que hace esquina con Velázquez de León, en donde los bares “El Puma” y “La Octava Maravilla”, ya están operando, aunque los parroquianos aseguran que están abiertos las 24 horas. ¿Y la autoridad?.
Lea también: La Huerta, sus antros y sus "chicas malas"
En esta franja, más de seis mujeres ejercen el oficio más antiguo del mundo a la vista de la gente que tiene que caminar por esa área, ya sea para ir al mercado de “Tepito” o para trasladarse a la avenida Cuauhtémoc, invaden el territorio de estas jóvenes que utilizan vestidos cortos y tacones altos.
La postal hace remontar al viejo Acapulco, en la ya desaparecida Zona de Tolerancia o Zona Roja, hoy en ruinas, pero que en sus mejores tiempos también había mujeres de la vida galante, que a partir de las 6:00 de la tarde ofrecían sus servicios por un rato a los parroquianos.
Lee también: Aquiles Serdán albergó a la segunda zona roja de Acapulco
Un horario de trabajo diferente
Sin embargo, aquí el horario de trabajo es diferente, según comenta Margot, nombre utiliza en su trabajo, “Aquí no se puede estar por la noche, es muy peligroso y solo se viene de las 10:00 de la mañana a las 6:00 de la tarde”.
Las otras jóvenes, todas ellas de buen cuerpo y de rostro fino se ofrecen sobre la banqueta en espera de un llamado de un cliente, pero no hay ningún valiente, si acaso las ven de reojo y uno que otro se detiene, pero al final desiste, ante el enfado de las jóvenes que, tratan de no perder la sonrisa y atrapar a un “urgido” para un rapidín.
Pero no son las únicas que ejercen el oficio más antiguo del mundo, al caminar hacía Velázquez de León, otras mujeres también están a la espera de clientes, sólo que su físico contrasta con las otras, por tener unos kilos de más y por ser de mayor edad.
Caminando hacia La Noria esquina con Tadeo Arredondo, están los bares “El Mara”,"La Flecha Verde” y una ferretería junto a un establecimiento de venta de artículos para celulares, en la esquina hay un puesto de revistas, cerrado, ahí funciona una cantina sin nombre y afuera tres damas, ellas también ofrecen sus servicios.
Al caminar hacia Tadeo Arredondo, en el sitio de los taxis colectivos amarillos, que trasladan a los que viven en las colonias Zapata, Renacimiento, Vacacional, San Agustín, Cruces, Coloso, Arroyo Seco y Colosio, funciona un hotel de paso, dos mujeres que, con vestidos cortos y bolsas de mano, se ofrecen.
Padecen también la inseguridad
Pero, de los que recorren esa zona del primer cuadro de la ciudad, nadie se atreve a detenerse por el penetrante olor a thiner, tampoco les llama la atención su visible estado inconveniente y pasan de largo, a corta distancia está el restaurante “Las Gaviotas”, que se niega a desaparecer.
Sobre la calle Tadeo Arredondo, en el hotel Coliseo, se encuentra un grupo de jóvenes, algunas paradas afuera y otras sentadas en sillas de plástico, tratando de calmar el calor con abanicos o algún pedazo de cartón, el calor hace mella a esa hora, sin embargo, ellas están a la espera de que alguien requiera sus servicios.
Aquí las reglas son de que cada una tiene que cubrir el costo del cuarto y así es como el encargado del hotel obtiene sus ganancias, por eso les permite que ocupen la entrada y la parte exterior para atrapar con sus diminutos atuendos a los clientes como el pez en la red.
Aunque también da servicio a las parejitas que vienen del antro “Cratos”, lugar de encuentro de hombres y mujeres que viven en las colonias de la periferia de la ciudad, es el único lugar en donde les ofrecen variedad y música en vivo a costos bajos, por eso los fines de semana no cabe ni un alfiler.
Esta es la otra zonita, que opera sin supervisión alguna de las autoridades de sanidad, toda vez que la mayoría de las jóvenes y otras no tanto, no pasan la llamada “revista”, solo cumplen con este requisito las meseras de las cantinas como “Dos Arbolitos”, “Estrella” y “El Azul”, que a pesar de la violencia han logrado subsistir.
El encargado de uno de los bares de nombre Pio, refiere que ya no es como antes, ahora por desgracia el problema de la inseguridad y el cobro por derecho de piso, ahuyentó a varios inversionistas que optaron por cerrar sus negocios y solo se quedaron quienes tienen necesidad de trabajo, pero siempre con el miedo de que en una balacera les vaya la vida.
En estas condiciones todos están ganándose la vida, aunque, admite que a pesar de todo esto, hay todavía clientes, sobre todo albañiles, empleados de hoteles, prestadores de servicios turísticos y hasta algún despistado turista, que llegan a convivir a los bares y cantinas de esta céntrica zona de Acapulco.