La plaza de toros Caletilla, no sólo ha sido escenario de grandes faenas y del sacrificio de bravos astados, sino también de anécdotas como la de aquel día en que un toro de lidia, por un descuido de un vigilante, escapó del corral y provocó oleadas de pánico por toda la costera Miguel Alemán, hasta que policías le dieron alcance en pleno zócalo y lo “fusilaron”.
Este inusual hecho ocurrió en el mes de noviembre en un fin de semana de 1989, durante una corrida de toros en el coso de Caletilla, que organizó el empresario, José Salgado Sotelo, para reunir fondos para la causa del recién creado Partido de la Revolución Democrática (PRD). Todo era alegría y había un buen número de aficionados en el graderío.
En esa ocasión se presentaban los espadas Joselito Huerta y Antonio Sánchez “El Porteño”, en un mano a mano, para lidiar cinco astados que ya estaban en el corral, bajo la vigilancia del encargado de los toriles, que un tanto nervioso hacía que los bureles pasaran de un cajón a otro, para que salieran al ruedo acorde al programa del cartel.
En ese preciso momento, ingresó por la puerta de acceso a la plaza Caletilla, un camión distribuidor de cervezas; uno de los ayudantes del operador abrió la puerta de madera y se le olvidó cerrarla, ajeno que, en un descuido del encargado de los toriles, un nervioso astado salió del cajón, cruzando el área del matadero y escapó en estampida por la puerta abierta.
Los gritos de ¡Cuidado con el toro! se multiplicaron cuando el animal tomó la calle Antonio Lomelí, enfilando hacia el restaurante “María-María”. En su loca carrera, el animal provocó la corretiza de turistas y residentes, que despavoridos se ponían a salvo de la ornamenta del furioso astado.
Tras del animal, empleados de la plaza de toros provistos de cuerdas, trataban de lazarlo y regresarlo al corral, pero sus esfuerzos fueron inútiles, el burel corría por la costera Miguel Alemán, a su paso dispersaba a las personas y hasta algunas almas con problemas para caminar, se convertían en veloces atletas.
A la altura del condominio “Los Cocos”, en aquel entonces estaba la comandancia de la Policía Turística, quienes al darse cuenta del peligro que representaba el astado, se sumaron a la persecución del burel, que siguió derecho con dirección al primer cuadro de la ciudad.
Afortunadamente, el toro de lidia no causó ningún percance, el cual llegó al Zócalo, cruzó por donde estaba el cine Salón Rojo y la parroquia de nuestra Señora de la Soledad, en medio de los gritos de angustia de creyentes y no creyentes, quienes con golpes de pecho rezaban a todos los santos para convertirse en invisibles.
El cuadrúpedo, finalmente enfilo desorientado a lo que ahora está la dirección de Panteones, para sorprender a los comensales del restaurante Café Astoria, en donde los policías con pistola en mano acorralaron al rumiante.
Allí los judiciales acribillaron a tiros al noble ejemplar de lidia, al no poder lazarlo y evitar el riesgo de que volviera a la Costera. El toro poco más tarde fue arrastrado y subido a una camioneta, para devolverlo a la plaza de toros Caletilla, en donde la fiesta brava continuaba, ajenos a la odisea que protagonizó este astado en plena corrida dominguera.