Teniendo como público a uno que otro turista y a los automovilistas que circulan por la costera Miguel Alemán, joven chiapaneco se gana la vida de malabarista llevando como ayudante a su hermanita menor de edad.
Cada crucero de la principal avenida del puerto de Acapulco, se convierte en su área de trabajo de esta familia singular, que emigró de su natal Chiapas, a este puerto en busca de mejores condiciones de vida.
Pero para llamar la atención, ambos se transforman, se pintan la cara de payasos y ofrecen su mejor sonrisa, presentan su espectáculo que dura apenas un minuto y así obtener unas monedas de los automovilistas y peatones.
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La rutina es simple, los hermanos ofrecen su espectáculo de manera creativa, el joven hace malabares con dos pelotas de plástico pequeñas y su hermanita les baila, bueno se contonea, mueve su pequeño cuerpo, pues.
Una vez que está a punto de cambiar el semáforo a color verde, los hermanos se acercan presurosos a los vehículos y piden una "cooperación que no lastime su economía".
En un receso, el joven payaso, Mauro Sordo, dice que son cinco de familia que llegaron hace dos semanas a la ciudad y dijo que están rentando por el centro.
Confío que aprendió solo hacer malabares con las pelotas y a su hermanita le enseñó a mover, a quien lleva como complemento de su espectáculo.
"Nos ganamos doscientos pesos, nos va bien y me gusta Acapulco" dice, al tiempo que revela que no ha tenido problemas por la inseguridad .
La charla se interrumpe porque cambió el semáforo en alto y ofrecen su show para ganarse unas monedas entre los automovilistas, aunque los unvisibilizan y otros simplemente sólo los ven con lástima.