Hace más de 20 años salieron de Guerrero en busca del sueño americano. En esos cuatro lustros, los integrantes de la familia Suástegui González nunca habían vivido una situación de violencia tan brutal como la que ocurrió el pasado 03 de agosto en El Paso, Texas de Estados Unidos, donde un joven estadounidense con ideas supremacistas atacó por odio racial y con arma larga a decenas de personas matando a 22, de las cuales 8 eran mexicanos y dejando otras 23 heridas.
Los migrantes de Guerrero viven desde su llegada a la Unión Americana en zonas cercanas al centro comercial donde ocurrió el atentado, y narraron que personal del FBI acordonó la zona desde los primeros minutos del ataque contra los mexicanos, y por varios días les impidieron el paso a esa área, incluso no los dejaron ni sacar sus vehículos que quedaron atrapados en el estacionamiento.
Desde lo ocurrido hace una semana, enfrentan una amalgama de emociones y sentimientos encontrados, que van desde el miedo, desesperación, angustia y frustración que no solo les impacta a ellos, sino también a varias familias de guerrerenses que radican en El Paso, Texas.
Recuerdan que desde su llegada a esta ciudad, tenían una vida “normal” en zonas cercanas al centro comercial donde ocurrió el atentado, pero en la actualidad, la situación ha cambiado.
Originarios del municipio de Atoyac de Álvarez, llegaron sin documentos y trabajan en restaurantes y otros negocios, donde les ha ido bien, sin embargo, la masacre del Paso Texas paralizó a la ciudad y a sus habitantes.
A pesar que dejaron sus hogares en México para buscar una mejor vida en Estados Unidos, huyendo de la violencia y de la pobreza, tras llegar a la unión americana y con el paso de los años, ahora enfrentan la misma situación, además de racismo y abuso de autoridad por parte de los agentes de migración en el marco de las redadas y el discurso de odio promovido por Donald Trump.
“Hasta la vez, nadie quiere salir, porque todos creemos que fue un ataque contra los mexicanos, a quien se le atravesara al chavo le iba a disparar, hoy más que nunca estamos sufriendo un racismo extremo, tenemos miedo, por eso al trabajo y de ahí a la casa a encerrarnos”, expresó, Miguel Ángel Suástegui, migrante guerrerense.
Samantha González, quien nació en el puerto de Acapulco y de tres meses llegó a Texas con sus padres, aseguró que varias escuelas han suspendido clases y las que están trabajando temen que se registre otro tiroteo o que algún estudiante lleve algún arma a los salones y ocurra una tragedia, como ha pasado en otros estados.
“Nos vemos unos a otros, con miedo, sobre todo mis amigos que nacieron aquí, no sabemos si traen armas o nos quieren atacar, lo que pasó es muy feo, yo no lo puedo superar, algunos amigos estuvieron en el centro comercial ese día y se salvaron, pero se percibe mucha angustia”, dijo.
La familia González Castro, originarios de Acapulco, señalaron que, en el Paso, Texas, más del 80 por ciento de los habitantes son de origen hispano y cientos de familias son mexicanas y algunas de Guerrero, donde han formado una comunidad para estar unidos y defenderse ante cualquier contingencia que pudiera presentarse.
A pesar que entre los mexicanos fallecidos no hubo ninguno originario del estado de Guerrero, Tania González, aseguró que al interior del centro comercial ese día, si había guerrerenses comprando, sin embargo, se tiraron al suelo y otros se ocultaron en una bodega, por lo que no fueron alcanzados por las balas.
Por su parte, Gerardo González Castro, dijo que ninguna autoridad del estado de Guerrero se ha comunicado hasta ahora con las familias originarias de esta entidad, ni siquiera para preguntarles si están bien o que ha pasado después del tiroteo, sin embargo, se mantienen atentos de las investigaciones, bien informados.
Además de las consecuencias por esta masacre, ambas familias temen ser deportadas en algún operativo que pueda realizar migración, donde solo con verles características de mexicanos, les piden sus papeles y de no cuentan con ellos, son detenidos y esposados, para después ser repatriados, sin que les den la oportunidad de defenderse.
Detallaron que son inmigrantes porque llegaron de mojados y permanecen igual, a pesar que tienen más de dos décadas trabajando hasta 18 horas al día, y tienen propiedades en Texas, además que sus hijos acuden a las escuelas sin ningún problema, aunque si han sido víctimas de acciones racistas.
“Tenemos miedo que nos deporten, claro que sí, aunque no hay redadas como tal, pero si patrullajes y no queremos ni topar a la migra, porque en las calles te pueden detener ahora, hay mucho odio, mucho racismo que se ha despertado en esta administración de Donald Trump, con Obama, no era así, había tranquilidad”, señaló, Miguel Ángel Suástegui.
Ambas familias, lamentaron la situación que se vive en Texas y en todo Estados Unidos, donde el discurso de odio y supremacía blanca que promueve el presidente Donald Trump ha despertado un sentimiento racista en un sector de ciudadanos, quienes agreden, humillan y escupen en la cara a los hispanos, sin importarles que también tienen derechos.
La situación se complica en la Unión Americana debido al problema por ataques raciales con armas largas en contra de hispanos, americanos, blancos, negros y de distintas razas alentados en parte por el discurso de odio de Trump que es replicado por sus simpatizantes, debido a que la cadena Wallamart, ha rechazado la posibilidad de dejar de vender armas en sus establecimientos.