En San Miguel Totolapan no es fácil para los trabajadores de la educación cumplir con su noble labor de educar, este municipio de la región de la Tierra Caliente se convirtió en el epicentro de la violencia que sólo se apaciguo con el despliegue de mil efectivos del Ejército Mexicano, Marina, Guardia Nacional y Policías Estatales.
La masacre del pasado 5 de octubre todavía está fresca en la memoria colectiva, el temor se respira en las calles, se intenta regresar a la normalidad, por las noches nadie sale y quedan aisladas las comunidades rurales.
Este sombrío panorama afecta directamente a maestras y maestros, principalmente a quienes tienen sus centros de trabajo en las poblaciones que están asentadas en la parte alta de la sierra.
Una profesora, quien pide la omisión de su nombre por obvias razones, describe la travesía y dificultades que tienen que sortear, desde que sale de su casa a la escuela y cumplir con el calendario escolar, "de entrada el costo del pasaje, la renta del cuarto donde me quedo a dormir y los alimentos, casi consumen mi quincena".
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Sin embargo, este no es el problema, dice, es la inseguridad y las consecuencias más dramáticas del enfrentamiento entre carteles, sus incursiones en las comunidades y balaceras, generan terror y estos capítulos se conocen cuando la gente baja a la cabecera municipal.
Por eso indicó que en la reunión reciente que sostuvieron con el jefe de sector, supervisor y el delegado de los Servicios Educativos en la región, en la cabecera municipal, les pidieron garantías para cumplir con el ciclo escolar, entonces se les dijo que contarían con seguridad y no cumplieron, maestras y maestros, suben a las comunidades bajo su propio riesgo.
Actualmente, solo hay clases en algunas comunidades y otras prácticamente están incomunicadas, aquí peligra el año escolar, pues otro factor es que las pasajeras poco cubren esas rutas, por la incursión de civiles armados, quienes, incluso, ponen sus propios retenes.
En esta zona serrana no llegan los operativos de seguridad a cargo de las fuerzas armadas, hay poblados como San Rafael, los Bancos, las Mesas 1, Tehuehuetla, Coronilla y San Miguelito, en donde el número de desplazados es elevado, no hay cifras oficiales porque este fenómeno no lo documentan las autoridades.
La maestra explica que este problema incide en que haya bajado la matrícula de alumnos, por lo que trabajan con los que todavía quedan y son los que asisten a clases, en una zona que se ha convertido en campo de batalla para los grupos antagónicos que se disputan el territorio.
Otros vecinos que habitan en la sierra, coinciden que tras la incursión de civiles armados para asesinar a 20 personas, entre estas al presidente Municipal, Conrado Mendoza Almeida, el pasado 5 de octubre, salió a flote la cruda realidad que viven.
Afirman que los retenes armados no son una novedad, estos han existido desde años y los utilizan los que controlan la plaza para tratar de impedir la entrada de grupos rivales, pero repercute en la población que no tiene nada que ver con ellos.
Cabe señalar que solo tienen movilidad en la sierra los que tienen vehículos propios, que ocupan los días domingos y hasta eso, antes se comunican por radio en las comunidades cercanas de Ajuchitlán, para conocer como se encuentra el camino y así puedan bajar a comprar sus avíos.
Por tanto, la noble labor de educar es un oficio de alto riesgo, aquí no es fácil, la gente vive con miedo y cada día familias completas huyen a poblaciones más seguras o definitivamente abandonan el estado, dejando todo a cambio de no morir en medio de las balaceras que protagonizan los grupos delincuenciales que controlan la región.