En el panteón central de Huitziltepec, los vivos vienen a visitar a los muertos durante la celebración de los Ffieles Difuntos.
Decenas de personas acuden con sus sillas y bancos, a prender velas y a colocar flores en las tumbas de sus difuntos.
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Huitziltepec es una localidad de unos 4 mil habitantes, ubicada en el municipio de Eduardo Neri (Zumpango), a unos 30 minutos de la capital guerrerense: Chilpancingo.
La mayoría de las personas se congrega el día 2 de noviembre, Día de Muertos, cuando acuden a ver a los difuntos adultos, según la creencia.
Se trata de una tradición ancestral única en la entidad, la cual se celebra año con año y que ha sobrevivido, aún con la tecnológica y la pandemia del Covid-19.
La festividad tiene muchos significados para las personas; hay quienes solo vienen a acompañar a sus seres queridos, otros platican con ellos y unos simplemente utilizan el momento para recordar que la muerte es inevitable y que algún día ésta será su morada.
Previamente a la jornada del día 1 de noviembre, se colocan veladoras desde la puerta del panteón hasta las puertas de la iglesia para enseñar el camino a las almas.
Cuando se ingresa al camposanto, como se le conoce, todo es mágico. La luz de las velas ofrece una imagen agradable al ojo, que es bañado por la luz cálida que emana de la cera y que da un ambiente de una película antigua.
Las personas hablan poco, especialmente los de mayor edad, quienes permanecen al pie de la tumba de sus difuntos como si esperaran su llegada. Utilizan sillas o simplemente se adaptan al piso de tierra para descansar. Se aprovecha el lugar para destapar una cerveza y degustarla.
La temperatura baja se siente desde unas calles antes de llegar al panteón, pero el frío se compensa con el calor que emana de cada una de las velas.
No hay caminos y se camina entre tumbas y montículos de tierra. Las cruces son de madera y muestran los nombres del difunto y algunos la edad en que estos dejaron esta vida terrenal.
Las familias permanecen en el lugar hasta que la vela sea consumida.