Sin saberlo, el 10 de mayo de 2019, fue el último día que Margarita habría de festejar el Día de las Madres.
En esa ocasión, en los festejos estuvieron sus tres hijos, antes de que Alberto, el de en medio, se esfumara a los 8 días de esta fecha que guarda especial tradición en México.
En estos últimos años, Margarita cambió los festejos por la identificación de cuerpos, los paseos por marchas y las flores por carteles para la búsqueda de su hijo.
Su pesar brota por los ojos, en un rostro cansado que se esconde detrás de una mascarilla verde. No pasa de los 55 años.
Trabaja como empleada del hogar, y a través de ese trabajo pudo sacar adelante los estudios de bachillerato de sus últimos dos hijos, después de que se divorciara.
El sábado 18 de mayo, el día de la desaparición, Alberto salió de su casa muy temprano, la despedida fue de lo más normal. Salió solo con un lunch en la mano y desde esa fecha no ha vuelto a saber de él.
Con 22 años, sin trabajo y con estudios truncos, trabajaba en una construcción en la zona poniente de la ciudad, no muy lejos de su casa.
Desde su domicilio, se observaba el edificio que comenzaba a levantarse, y entre ambos puntos habían dos barrancas que los separaban.
Al principio, las primeras horas de ausencia de su hijo, las atribuyó a cosas de muchachos, alguna fiesta o simplemente irse de pinta. Sin embargo, las noticias no llegaron durante el fin de semana.
Fue hasta el lunes, que Margarita interpuso una denuncia por la desaparición de Alberto, de 22 años, y un mes después iniciaron las investigaciones en campo, las cuales solo duraron un día.
Durante el primer año de la desaparición, ella asistió al menos cada dos meses al Servicio Médico Forense a identificar cuerpos con la esperanza de encontrar a su hijo.
Pero ya han transcurrido tres años y el caso continúa estancado. Margarita tuvo que realizar una propia investigación, que obtuvo más resultados que toda una institución.
Una hipótesis que tiene, derivado de encontrar pistas, es que su hijo pudo haber sido raptado para trabajar en la siembra de enervantes.
Aunque por otra parte, no descarta que su hijo pueda estar preso en alguna cárcel, purgando una pena por delitos que no cometió y que alguien le fabricó.
En su mente está la idea de que las autoridades, le permitan buscar de celda en celda, de penal en penal por todo el país de ser necesario.
También, no descarta que su hijo sea un indigente más, y que aquel joven que soñaba con ser un contador, ahora deambule por alguna ciudad, con la mirada perdida y sin saber quién es.
Así ha transcurrido el tiempo y conforme más pasa el tiempo, se enraíza más una frase que sale desde el alma de Margarita “buscarlo hasta encontrarlo”. (Con información de Juan Manuel Molina)