Ana María Nava tiene 84 años, y los últimos 10 años de su vida los ha vivido como damnificada junto con otras 200 familias, quienes tuvieron que abandonar su lugar de origen por los daños causados por los fenómenos meteorológicos de Ingrid y Manuel, suscitados en 2013.
Cuando pensaba envejecer tranquilamente en su comunidad natal de El Balsamar, en el municipio de Leonardo Bravo, las lluvias y crecidas de ríos, provocaron el desgajamiento de una parte del cerro donde estaba asentado el pueblo.
Hoy en día, vive en la localidad de La Primavera, donde se levantó “El Nuevo Balsamar”, un lugar que se encuentra dentro del territorio del municipio de Eduardo Neri (Zumpango), y que se ubica a unos 15 minutos de Chilpancingo, en la carretera que va hacia Chichihualco, donde fueron llevadas las familias damnificadas.
Sostiene que su casa aunque es pequeña, es suficiente para ella, toda vez que es viuda, sin embargo, tenia pensado tener una vejez digna y ahora esta preocupada con que su vivienda no vaya a colapsar cada vez que es temporada lluvias.
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Le gustan las plantas y aunque su casa es muy pequeña, es muy acogedora y tiene toques de como era su hogar antes de abandonarlo. Tiene varias plantas, y todos los arreglos que le ha hecho ha sido con sus ahorros y con lo poco que recibe de su pensión de adulto mayor.
Recordó que el gobierno, no le retribuyó nada de sus aportaciones que hizo en beneficio en la Sierra de Guerrero, donde muy joven comenzó a enseñar a los niños la lectura y escritura.
En varias comunidades realizó este servicio a la comunidad por más de 12 años, y también fue fundadora de algunas escuelas, como en la comunidad de Linda Vista, en el municipio de San Miguel Totolapan.
Es una mujer hacendosa, quien recibe a sus invitados con un vaso de agua y pide disculpas a estos por ser lo único que puede ofrecerles.
Dice que en el Nuevo Balsamar espera morir, dado que no tiene un lugar más a donde ir, y de momento, solo espera recibir otro apoyo gubernamental para que pueda hacer una obra en su casa para evitar que el agua escarbe bajo su casa.
La situación es compleja para las 80 familias que ahí habitan, ya que no cuentan con luz, agua potable, drenaje, ni con escuelas dignas para un centenar de niños, de primaria y secundaria.
Incluso los alumnos de secundaria, de la Francisco González Bocanegra, reciben clases en una casa que un vecino les prestó, donde las recamaras fueron habilitadas como aulas y la cocina funciona como la dirección.
Desde hace unos siete años, a las más de 200 familias se les hizo entrega de las llaves para empezar a ocupar las casas, aunque en la actualidad solo unas 80 hacen uso de las construcciones, debido a la falta de los servicios públicos básicos.
Las personas se dedican a la venta de aguacate, que llegan a traer de Balsamar, así como de emplearse para hacer tortillas en el caso de las mujeres, mientras que los hombres le apuestan a la albañilería, por lo que tienen que trasladarse a Chilpancingo, principalmente.
En constantes ocasiones se ha denunciado por parte de las autoridades de la localidad sobre las pésimas condiciones en que habitan, pero ningún gobierno se hace responsable y sufren de discriminación, puesto que ya no son de El Balsamar en Leonardo Bravo, ni del Nuevo Balsamar de Eduardo Neri, ya que oficialmente no forman parte del municipio.