Una de las principales tradiciones de Chilpancingo , como lo es “los jueves de pozole” no ha escapado de las afectaciones a consecuencia de la pandemia.
Aquellas escenas de casas particulares habilitadas los días jueves como saturados comederos acompañados con música, bebida, baile, compañerismo o pretexto para encuentro familiar, lucen como historias y lejanas de alguna película.
“No, hasta hace año y medio los jueves eran días de locura: Todos los compañeros de trabajo venían juntos algunos se iban hasta en la noche. Había música ´viva´, mezcal, cervezas y hasta se habilitaba este espacio -mientras señala una orilla-, como pista de baile ”, recuerda Jorge Ramos, capitán de meseros de una de las decenas de pozolerías que hay en Chilpancingo.
Y es que, en la capital del estado tenía una tradición muy arraigada, quizás la más importante desde el punto de vista gastronómico: cada jueves, sin importar qué pasara, era prácticamente una obligación comer pozole con compañeros de trabajo, familiares o amigos.
Este platillo tradicional, una base de grano de maíz, se complementa con diversos antojitos mexicanos como chalupas (una especie de platitos de manteca que llevan pollo, cebolla y salsa); tacos dorados de pollo, carnitas, patitas a la vinagreta; las tostadas tradicionales. Chicharrón, aguacate y hasta sardinas o huevo crudo, eran acompañantes del pozole.
Variaciones de mezcal, cervezas y, para los "valientes" y de "carrera larga", la comida se convertía en fiesta horas después con whisky.
Hoy todo es completamente diferente. Los locales han tenido que reducir su aforo a un 30 por ciento de capacidad. Las largas mesas se han divido en pequeños espacios para no más de 4 personas separadas a un par de metros una de otra.
“Ahora mucha gente que gusta del pozole, pide para llevar. Muy pocos vienen a consumir aquí y cuando lo hacen son grupos pequeños que comenzaron y se retiran ”, agrega Jorge Ramos quien más de 20 años como mesero.
“Un jueves de quincena, juntasbas hasta mil pesos de propinas porque los clientes se quedaban hasta la noche”, detalla. Hoy, una buena jornada deja apenas unos 200 pesos.
De las casi 40 personas que trabajaban en la pozolería entre meseros y cocineras, hoy no son más de 15. “Queda la pura familia y los que llevamos más tiempo. Antes del (semáforo) rojo, habíamos recontratado a otros 5 chavos, pero los volvimos a despedir porque no hay actividad ”.
Y como bien dice: ojalá todo esto pase pronto. Muchas familias dependen de esta actividad. “Además -reitera Jorge-, era de las pocas cosas que podíamos presumir de Chilpancingo. Ya no es el mismo sin los jueves de pozole ”.