La historia de Adán (36 años) es parecida a la de muchos y se puede resumir en unas cuantas líneas: es una persona que abandona su hogar para ir a la ciudad y tener un futuro mejor para su familia.
Los últimos cuatro años de su vida los dedicó a su trabajo como agente de la Policía Estatal, donde destacó y se ganó el respeto de sus compañeros, quienes lo conocían como “El Fibra”, que puede traducirse como una persona sobresaliente o astuta.
Un día salió de su natal Malinaltepec, uno de los 19 municipios que conforman la tan popular como marginada Montaña de Guerrero, para venir a Chilpancingo a estudiar y lograr una mejor calidad de vida.
Tiene un título como licenciado en Arquitectura y Urbanismo, pero la falta de oportunidades laborales y la necesidad de contar con certeza laboral para sostener a su familia, lo llevaron a ingresar a la Policía como un plan emergente.
Desde siempre le atrajo la vida militar y la función policial, y cuando le cayó la oportunidad de ingresar a la academia, lo hizo sin pensar. No tenía ofertas para ejercer su oficio ni dinero para crear su propia empresa. Además tenía la responsabilidad de llevar el sustento a una familia conformada por su esposa y sus tres hijos.
Adán tuvo que empezar de cero, cuando fue despedido en mayo de 2017. Previamente había nacido un movimiento en las entrañas de la Policía para exigir tratos dignos, mejores salarios y prestaciones. Hubo un paro de labores para exigir al gobierno el cumplimiento de esas peticiones pero del otro lado del escritorio, altos mandos procedieron con cortar de tajo el movimiento.
Fue así como inició el pregonar de Adán, después de que su nombre apareció en algo que él llamó una “lista negra”.
Cuando sucedió la protesta de los policías, "El Fibra" se encontraba en servicio de franco y se deslinda de las protestas que se realizaron.
Meses atrás había sufrido junto con sus compañeros, una emboscada entre los poblados de Cuadrilla Nueva y Cuahulotitlan, en el municipio de Tlalchapa, donde solo hubo heridos y del que salió ileso.
Recuerda que los primeros días después de haber sido despedido, pasaba ratos llorando, primero por no entender lo que pasaba y segunda por la responsabilidad de su familia en los hombros.
Por falta de dinero tuvo que renunciar a su carrera en Seguridad Pública. Después de esfumarse los ahorros, junto con su esposa optó por vender lo no tan necesario y fue como acuñó la frase “las cosas buenas son para los malos ratos”.
A partir de ahí, aceptaba cada oportunidad que se le presentaba de trabajar, ya sea de limpiar barrancas para el municipio, como repartidor de tortillas, de bolillero, como chalán de albañil y como panadero, oficio que aprendió en su época como estudiante y que desempeña en la actualidad.
La semana pasada, Adán y los otros 175 ex policías que fueron despedidos hace cinco años, reactivaron su movimiento de protesta para exigir ser reinstalados en sus funciones.
Al final de todo, "El Fibra" aún ve un resquicio de luz al final del túnel, un despertar a lo que pareciera una pesadilla que ya duró cinco años y contando.