Con la panza vacía y bajo las inclemencias del sol, la muerte es bienvenida dice Ángel Basurto Ortega, un profesor de la Montaña que cambió las aulas para marchar en defensa de sus derechos laborales en Chilpancingo.
Es de Tlapa, pero su centro de trabajo se localiza a cinco horas de distancia, en la comunidad de Yozondacua, ubicada en Cochoapa El Grande, uno de los municipios más pobres del país.
Es tal la marginación en ese lugar, que decenas de niños tienen que abandonar sus viviendas para ir a los campos agrícolas ubicados al norte del país ora trabajar. El resto, los que se quedan van a la escuela sin comer.
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Ángel Basurto tiene más de 20 años trabajando como maestro, pasa toda la semana con sus alumnos en su comunidad, y solo tiene los fines de semana para su familia.
Por casi una vida en el servicio educativo, el gobierno le ofrece un salario actual de 3 mil 500 pesos a la quincena.
Sin embargo, la mitad de sus ingresos se van en cooperaciones que hace en su comunidad, en la compra de materiales didácticos y en los traslados que hace de Tlapa a Cochoapa El Grande.
Con un salario “mísero” como el lo cataloga, es el pilar de una familia conformada por su esposa y cuatro hijos.
Aun con las carencias, no se arrepiente de ser maestro y es un ferviente creyente de que la educación es la única vía para lograr el progreso.
El caso del maestro Ángel no es el único, pasa también con otros 2 mil maestros, en su mayoría que dan clases en la Montaña, para quienes la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG) exige recategorizaciones, lo que implica un incremento salarial.
Las movilizaciones que realizan los profesores son criminalizadas por diversos sectores, aclara Basurto, quien no puede controlar el llanto y solo termina diciendo que lo único que exigen es que se respeten sus derechos laborales.
No eligió la educación para tener una vida de lujos, aclara, por el contrario la única aspiración que tiene es dar una vida digna a su familia.
“Nunca vamos a claudicar en defensa de nuestros derechos, los maestros de educación indígena venimos bien puestos”, señala.
Al final, las autoridades y la ciudadanía verán decenas de personas en una movilización, pero no sabrán si María encontró alguna sombra para refrescarse, si a Pedro le arde la frente por el sol o si Ángel dio una comida durante el miércoles.