A pesar de su importante rol en la naturaleza como ave de rapiña, el zopilote está dentro de las especies en peligro de extinción por ser víctima de la cacería furtiva debido al falso mito de que su carne tiene propiedades curativas y sirve para el tratamiento del cáncer.
Aunque no hay una declaratoria oficial por parte de las autoridades protectoras de animales, de que esta especie del género Coragyps y que también se le conoce con los nombres, tales como: buitres, curumo y zamuro, está disminuyendo su población de manera acelerada y que prácticamente está luchando por su subsistencia.
La presidenta de la asociación Corazones Ambientalistas, Mónica Corazón Gordillo, alertó que cada vez es menor el número de zopilotes en el puerto de Acapulco, las pocas bandadas se les ve por la zona poniente, por el área de los acantilados de la colonia Jardín.
Tal información fue confirmada por los vecinos de esta zona poblacional, quienes afirman que no vuelan por esta zona costera para buscar carroña, que es su alimento natural, sino que los han visto como desafían el oleaje para capturar peces y comerlos en medio de las palmeras, o bien los llevan a sus nidos para alimentar a sus crías.
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Según la ambientalista, esto rompe con los estudios que se han hecho de esta ave, pues se ha documentado que se les encuentra en tierras bajas o planas, buscan su alimento sobre campos abiertos y siempre se trata de animales muertos o carroña, aunque también cazan pequeñas especies.
Sin embargo, no existían reportes de que se dedicaran a pescar, pero esto podría ser parte de las consecuencias del daño que les está ocasionando el ser humano, que no solo está invadiendo su hábitat, sino que al perseguirlo para matarlo, lo ha orillado a adaptarse para poder sobrevivir.
Quienes han sido testigos del audaz vuelo del zopilote sobre la playa Mimosa, afirman que han observado como desde lo alto, primero planean y tras visualizar su presa, se lanzan en picada al mar y vuelven a salir llevando el pez sujeto con sus patas y se trasladan a los árboles o palmeras para comerlo o alimentar a sus crías. Esto se ha vuelto ya algo muy cotidiano.
Incluso, le han perdido el miedo a las personas, pues llegan a las residencias a tomar agua clorada de las albercas y creen que lo hacen porque les ayuda en su digestion, pero esto también los convierte en presas fáciles para el ser humano.
La razón de que sea cazado, es porque existe una alta demanda en el mercado negro, porque lo preparan en caldo y lo sirven para tratar el cáncer, por lo que el precio por ave es de casi mil pesos, pues el platillo se vende entre 400 y 600 pesos.
Su venta se realiza de manera clandestina en restaurantes, en donde asiste una clientela selecta, no a cualquiera se le da servicio, según cuenta un taxista que lleva comensales de confiar, por los que recibe una comisión.
Aunque nadie ha denunciado estos establecimientos, lo cierto es que el zopilote, sino se le pone un alto a su caza, estará condenado a la extinción, lo que provocara un grave desiquilibro en el ecosistema.
La señora Digna, vecina de la Jardín, refiere que las pocas parvadas de zopilotes todavía se les ve sobrevolando en círculos, pero si no se hace algo serán las últimas, éste debe ser un aviso para su rescate y emprender una campaña para que la población entienda que es un mito que su carne sirve para tratar el cáncer, pues en realidad son parte importante para preservar el ecosistema.
Además, ayudan a exterminar los desperdicios putrefactos, que evitan bacterias y enfermedades, pero fundamentalmente que dejan un terreno limpio y potencialmente fértil.