Pese a la desconfianza por la violencia y sin el acompañamiento de su dirigente estatal, cuatro de las más de 100 secciones sindicales de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en Acapulco, desfilaron para conmemorar el Día Internacional del Trabajador, en un movimiento que duró apenas media hora.
Los contingentes de las secciones 34, 113, 20 y del Sindicato de la Construcción, partieron de la avenida Cuauhtémoc, a la altura de la clínica 9 del IMSS, aproximadamente a las 10:00 horas de ayer martes, hasta llegar a la avenida costera Miguel Alemán, frente al zócalo de la ciudad, donde los esperaba un templete ocupado tan solo por aparatos de sonido.
En entrevista, el secretario general de la sección 34, César Landín Pineda, aseguró que la realización del desfile fue una instrucción de su líder en el país, Carlos Aceves del Olmo, y aseguró desconocer el por qué los demás líderes sindicales no la acataron.
“Hicimos una asamblea donde acordamos una cosa (desfilar), pero siempre hay alguien que no la respeta. Nosotros cumplimos, somos gente de palabra y salimos a la calle porque así lo quisieron los trabajadores”, señaló.
Por su parte, el líder de la sección 113, Pablo Peláez Montero, aseguró que la nula presencia de la CTM en el desfile se debió a que todos los trabajadores ya se encuentran acostumbrados a la cancelación del mismo y prefieren concentrarse en las instalaciones de su sindicato.
En contraparte, el líder de obreros de la sección 12, Rodolfo Escobar Ávila, aseveró que la mayoría de los sindicatos en Acapulco no participaron en el desfile por el descontento que existe con el líder estatal, Antelmo Alvarado García, al asegurar que él es el culpable de la división que existe en esa organización.
“Antelmo Alvarado vino a dividir la CTM, vino a destruirla, yo fui parte de que el fuera secretario general, yo soy culpable, pero nunca es tarde para trabajar, hoy estamos reponiendo las cosas en el estado de Guerrero. La CTM no es de borrachos” indicó.
De esta manera fue como uno de los desfiles más concurridos en años anteriores, en donde los trabajadores aprovechaban para expresar sus necesidades, pasó desapercibido y se convirtió en un obstáculo para la movilidad de la ciudad, al impedir la circulación de vehículos privados y del transporte público como el Acabús.