Sentada en un sillón de plástico, doña Josefina vigila la llave con la esperanza de que salga un chorrito de agua y poder lavar la ropa acumulada desde hace tres semanas.
Sin poder ocultar su aflicción, porque las prendas que tiene que lavar y planchar son de sus clientes, quienes habitualmente la buscan para contratar sus servicios, le apremia que se restablezca el abasto del vital líquido.
Porque a sus 80 años de edad, doña Josefina, sigue con su oficio de lavandera y de aquí saca para ganarse unos pesos para su sustento y la de su familia.
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En breve charla, revela que dede los 16 años llegó a los lavaderos que se localizan en Aguas Blancas, en donde ayudaba a su mamá a lavar ropa ajena para contribuir con el gasto familiar.
Antes los lavaderos estaban adelantito, pero el gobierno construyó unos nuevos y nos cambió a este lugar, en donde nunca se había tenido el problema de escasez del agua, dijo.
Sin dejar de voltear a ver el grifo, se quejó que tienen ya tres semanas que se les suspendió el abasto de agua, "no he podido lavar y ya se me acumuló la ropa".
Todos los días camino desde el Pasito a los lavaderos, pero me la pasó sentada sin poder lavar, "ya no tengo dinero ni que comer".
Hizo un llamado al gobierno "que me ayuden con una despensa o con algún dinerito, porque sin agua no puedo trabajar ni sacar para el sustento familiar".
La mujer oculta el rostro con sus manos y da por concluida la entrevista, pero es parte de una población que clama por agua y que ha sido el origen de bloqueos y toma de oficinas en todo el puerto de Acapulco.