En los panteones municipales como Las Cruces y El Palmar, los más grandes de Acapulco, las familias acompañaron a sus difuntos con los alimentos que más les gustaban en vida así como música de viento, norteña y grabadas.
Mientras que algunas tumbas se vivió el amor familiar por visitar a sus muertos, otras lucieron vacías, sucias y abandonadas y nadie se acordó de ellos.
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En El Palmar, en algunas tumbas los familiares colocaron flores de cempasúchil, terciopelo y artificiales hechas de papel multicolor.
En el municipio de Acapulco hay 118 cementerios de los cuales cuatro son locales y durante los tres días se esperaba una buena afluencia de visitantes, luego de que estuvieron cerrados por la pandemia.
Durante los días 1 y 2 de Noviembre más de 60 a 80 mil personas visitan tan sólo el panteón de Las Cruces, que es el más grande de Acapulco y ya no tiene espacios para sepultar más personas.
Mientras que algunos músicos con sus guitarras y acordeón recorrieron los panteones como Las Cruces y El Palmar para ofrecer las canciones que les gustaba a los fieles difuntos.
Otros evitan gastar y llevan cargando una pequeña bocina y un repertorio de música para ponerla a lado de la Tumba de la persona que se adelantó.
En el panteón de Las Cruces, doña Carmen Altamirano acudió a visitar a su mamá y a su esposo que murió hace dos años. "Mientras que Dios me de vida voy a venir a ponerle sus canciones favoritas y sus flores".
En otra tumba, la familia Galeana Robles llevó mole, arroz blanco y cervezas y convivieron un rato con sus fieles difuntos.
Durante el acceso al panteón de Las Cruces, las familias cargaban rollos de flores de terciopelo y cempasúchil para adornar y limpiar las tumbas de sus fieles difuntos.