Las perlas de sudor surcan el rostro de don Rodolfo, quien en su "diablito" carga un costal con limones para ofrecerlos a los locales de venta de mariscos que hay sobre la costera Miguel Alemán, con poco éxito.
De oficio campesino y vendedor informal por necesidad, este hombre de 73 años de edad, viaja de su pueblo Los Ilamos, cercano al Río Papagayo, al puerto de Acapulco, para comprar limones y revenderlo en los restaurantes de la Costera.
También renta el "diablito" y sale a la calle a ganarse la vida, porque es el sostén de diez integrantes de su familia, por eso se transporta los martes, jueves y sábados, de su comunidad a este destino de playa.
Confiesa que hay días malos, porque saca apenas para cubrir sus gastos y lo del costo del limón que compra en el mercado central, pero también en ocasiones vende toda su mercancía y es cuando vale la pena el esfuerzo.
Me dedico a la siembra de maíz, tengo mis tierritas y las preparo, pero necesito dinero para cubrir los gastos del grano y el abono, porque a mi no me ayuda el gobierno, explica mientras vende diez pesos de limón.
Traigo bolsas de 20 y 50 pesos, pero cuando me piden menos, tengo que hacer montones de diez pesos y venderlos, para que no se me quede todo el producto, así es esto de la venta, precisa.
Algunas preguntas quedaron en el aire, porque no le gusta hablar mucho, solo contesta lo necesario y a baja voz, "yo no vengo a platicar, estoy aquí por negocio", justifica.
Después de hacer la venta del cítrico, sigue su camino, limpiándose el sudor que le escurre por la frente, a pesar de la gorra que lleva puesta para cubrirse del candente sol, pero eso sí, bien dispuesto a terminar su limón antes que oscurezca.