Rendirse o derrotarse sin enfrentar la vida, no fueron las palabras que se aferraran a su mente y lo orillara a permanecer acostado en la hamaca como algunos costeños, durante los tres meses que duró el confinamiento por la pandemia que mantuvo paralizada la economía en Acapulco.
Ese tiempo, generó la pérdida de unos de 16 mil empleos formales, reportó el IMSS a las autoridades estatales, sin contar con los micro y pequeños comerciantes en el puerto, muchos de ellos dedicados a la informalidad. Veinte mil en el Guerrero.
Cocinero por hobbie, Alfredo, quien encontró trabajo meses antes de la llegada del Covid-19 en un hotel de la ciudad, una de las casi 285 hospederías que cerraron sus puertas durante noventa días, dedicó parte de su tiempo a la repostería y pastelería en casa.
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Necesitado de dinero, como la gran parte de los ciudadanos que dejaron de percibir recursos, el cocinero optó por hornear pay de queso, panqué de naranja y pan de elote, entre otros panecillos que ofrecía a sus amigos y parientes, para poder subsistir en el confinamiento para mantener a su familia.
Laborando algunos días a la semana en el hotel Club del Sol, antes de que se cerraran todos los hostales de la ciudad, buscó esta forma de subsistencia mientras llegaba la nueva normalidad a Acapulco, principal destino de Guerrero y generador de divisas para esta entidad suriana.
En sus ratos libres Alfredo Mondragón, sociólogo de carrera y cocinero de hobbie, trató desesperadamente que los estragos de la pandemia le afectarán lo menos posible y contactó vía redes sociales a sus amistades.
A veces las ventas eran bajas, en otras lograba colocar entre cuatro o cinco de sus productos, mismos que personalmente entregaba en algún punto de la ciudad a sus clientes.
“La pandemia mundial del coronavirus Acapulco, Guerrero, causó estragos en la economía y el cambio en las formas de supervivencia y del trabajo. Te adaptas o quedas fuera”, comentó.
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“Durante las crisis, la gente saca lo peor o mejor de sí mismo. Reflexioné qué hacer, las empresas tomaron medidas drásticas como recortes de personal o permisos solidarios; en mi caso mi patrón, el gerente general del hotel Club del Sol, Bernardo Azcárraga, apoyó durante la contingencia con roles de trabajo para no dejarnos en el desamparo”.
Su empeño ni el esfuerzo no fueron en vano, Alfredo, logró sacar adelante a la familia en tres meses aciagos. La espera concluyó, las labores en el hotel se retomaron al concluir el cierre de empresas y permitir, las autoridades, abrir los negocios en un 30 por ciento de su capacidad.
En estos días, también hizo tamales, de pollo en mole, dulce, verdes, de chipil con queso y rajas que su clientela esperaba y presuroso comenta “también sé hacer barbacoa, si alguien quiere un pedido que me contacte”.
La diversificación de la economía en la ciudad permitió que las familias pudieran subsistir, algunos comercializando cubrebocas, vendiendo comida para llevar, comercializando material de limpieza, entre otros oficios para menguar los estragos económicos generados por el coronavirus.
“La ayuda prometida por los tres niveles de gobierno jamás aterrizaron a las personas que realmente cumplieron con el confinamiento y las deudas crecían y crecían cada vez más, los recibos de luz, telefonía y los víveres para la familia, se agotaban. Pensé: Rendirse o Reinventarse... Elegí la segunda. Y aquí vamos”, comentó el sociólogo que por algunos años, también fue periodista.