A pesar de que fue un yate de lujo, que ofrecía servicio de crucero y funcionaba como casino, "El Corsario" ya nadie lo recuerda ni tienen ni idea que reposa a 24 metros de profundidad en la Ensenada de Los Presos, cerca de la piedra El Elefante.
La fatídica historia de El yate El Corsario, se remonta al mes de noviembre de 1949, a días de que fuera inaugurada la emblemática costera Miguel Alemán, por el presidente de la República Miguel Alemán Valdez.
Según historiadores consultados por el desarrollador turístico, José Cedano Galera, este lujoso yate cubría la ruta Acapulco-Los Ángeles, Estados Unidos, cuyos pasajeros eran personas adineradas y que gustaban de la aventura.
Quiénes tuvieron la fortuna de navegar a bordo de esta embarcación, aseguran que el interior era una copia exacta del lujo y modernidad que ostentaba el "Titanic", cuyo destino, por cierto, fue el mismo.
En el caso que nos ocupa, "El Corsario", en su última bitácora de viaje zarpó de Los Ángeles con destino al puerto de Acapulco, trayendo consigo a pasajeros de un alto poder adquisitivo y que, cuentan, que había algunos "gangsters", que disfrutaban gastar sus ilícitas ganancias en el juego de azar.
Por cierto, la tripulación era seleccionada y tenían que guardar secrecía, en virtud que a bordo no sólo era disfrutar del paisaje y excelentes vinos, sino de retar a las autoridades mexicanas, porque operaba clandestinamente como casino flotante.
La estrategia era simple, atacaban en el muelle del puerto y después se hacían a la mar y enfilaban hacia las aguas internacionales, para poder operar los salones de apuestas, toda vez que en México estaban prohibidos los juegos de apuestas.
Cedano Galera refiere que existen crónicas de la época, en la que dan por ciertas que, regresaba el yate de alta mar, cuando por la oscuridad de la noche, el capitán ingresó a la bahía y debido a su falta de pericia se impactó contra una piedra ahogada en el punto conocido como "El Farito", que le provocó un boquete en la parte baja de la proa.
En cuestión de segundos empezó hacer agua y el capitán tomó la decisión de enfilar a toda máquina el yate de dos mástiles hacia la formación rocosa de la ensenada de "Los Presos", para encallarlo deliberadamente.
Esto, permitió que todos los pasajero salvarán la vida y los mismos tripulantes, quedando el yate a su suerte, golpeado constantemente por los impactos de las olas, además de sufrir más daños en la línea de flotación que seguía haciendo agua.
Varios días estuvo en la misma posición, las autoridades portuarias registraron el hecho como accidente y se esperó que los propietarios hicieran las maniobras para llevarlo al muelle y repararlo, pero esto nunca ocurrió.
Finalmente, el Corsario, se hundió en la latitud norte a 16 grados y a 99 grados de la longitud oeste, con respecto a Greenwich. En la última exploración que se hizo comprobaron que sufre un gran deterioro producto de la oxidación, es hábitat de especies bivalvos, crustáceos y una rica variedad de organismos marinos y peces.
Actualmente, esta sin ser aprovechado como atractivo turístico, tal y como si lo hicieron los grandes instructores de buceo, en la década de los 60. 70 y 80, después quedó en el olvido, sin esperanza de ser explorado por quienes gustan del buceo, porque casi nadie promociona el deporte acuático en la era moderna del puerto de Acapulco.