/ sábado 21 de marzo de 2020

Acapulco intenta sobrevivir al Covid-19

Las luces de una ciudad que vive de noche empiezan a apagarse, en un hecho inusitado e histórico que impactará drásticamente en la economía de los distintos sectores de la sociedad, donde la inmensa mayoría vive al día.

Mientras distintos sectores avanzan en las medidas de prevención para evitar la propagación del COVID-19, las luces de una ciudad que vive de noche empiezan a apagarse, en un hecho inusitado e histórico que impactará drásticamente en la economía de los distintos sectores de la sociedad, donde la inmensa mayoría vive al día.

El “coronavirus de Wuhan”, que surgió en diciembre del 2019, ha dejado una estela de muerte, desolación y afectaciones hasta la bolsa de valores a nivel mundial. Sin embargo, a Acapulco, aun con la alerta y llamados para que se queden en sus casas, continúa la llegada de turistas.

El puerto, que paulatinamente empieza a registrar cierre de discotecas, restaurantes y otros negocios, intenta sobrevivir entre la incredulidad y escepticismo ante el embate virulento que en otros países ha dejado severas consecuencias por el actuar tardío de las autoridades y la negativa de los empresarios a bajar temporalmente sus cortinas, mientras pasa la cuarentena.

En Acapulco, la ciudad guerrerense que fue la ventana de México ante el mundo, la mayoría de sus ciudadanos son prestadores de servicios turísticos, obreros, meseros, taxistas, vendedores ambulantes, masajistas, pequeños comerciantes, quienes dan atención a miles de vacacionistas que arriban a la ciudad por cielo, mar y tierra, e incluso generan una economía circulante.

Grupos de ciudadanos, han iniciado a manifestarse con bloqueos porque dicen serán afectados por las posibles medidas, que sin duda serán drásticas, para exhortar a la población a mantenerse en sus hogares a fin de evitar la propagación del COVID-19, bajo el argumento, entendible, de que “viven al día”.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

El puerto, que cuenta con una infraestructura hotelera en decadencia, compuesta por más de 20 mil cuartos hoteleros de los que 15 mil fueron construidos hace ya cinco décadas, podría sufrir daños económicos que causará la hibernación obligada por la pandemia, que sin duda impactará los servicios generales.

Su población dependiente de las actividades turísticas —85 por ciento vive de manera directa de las actividades comerciales y de la llamada industria sin chimeneas— permanece en la zozobra ante los anuncios oficiales de cerrar todo para evitar la propagación de la maldición hecha enfermedad.

El Covid-19, surgido de Wuhan, la provincia central china de Hubei, penetró la rada acapulqueña con el arribo de turistas argentinos quienes, al sentirse enfermos, acudieron al hospital Magallanes, donde causaron la zozobra de los médicos, enfermeras y trabajadores en general.

Fue hasta el último día de la doceava semana del año, tras la aparición de los primeros cuatro casos comprobados de contagio por el Coronavirus, las autoridades de Salud apenas compraban “las pistolitas”, como denominan coloquialmente a los termómetros infrarrojos digitales que, sin tocar el cuerpo humano, determinan infaliblemente la temperatura de cualquier persona al ser colocada en la frente.

Foto: Abraham Martínez | El Sol de Acapulco

Hay varias clases de trabajadores en Acapulco: Los que laboran en la industria turística de manera directa (hoteles, restaurantes, discotecas, bares y centros nocturnos); los que dependen indirectamente de ella, pero la hostigan con su presencia en playas y sitios públicos (vendedores ambulantes, negocios informales de comidas callejeras, transportistas y otros) y los empleados de los tres órdenes de gobierno.

Los únicos que tienen asegurado su futuro económico son los últimos. Sus salarios están seguros, aunque se cierna sobre sus cabezas el fantasma de la enfermedad que, de agravarse, viene la Muerte con todo y guadaña.

Los demás trabajadores estarían hundidos en la inopia junto con sus familias y por ello existe la zozobra de lo que pasaría en caso de que haya una paralización de Acapulco.

Aparejado a toda esa incertidumbre, el gobierno de Acapulco, encabezado por Adela Román Ocampo, primero informó sobre la disposición oficial de cerrar todos los negocios que operan en las franjas turísticas y costeras del puerto. Un día después, ante el tamaño del daño colateral, la propia gobernante dio marcha atrás a la decisión que fue considerada como unilateral.

Sobre el tema de la paralización obligatoria, esbozada con el pincel de la pandemia, dirigentes del comercio organizado de Acapulco rechazaron la decisión unilateral del gobierno local sobre el cierre de todos los negocios que operan en la franja turística ya que no fueron previamente notificados y porque no existe un plan de contingencia que responda a las necesidades económico-laborales de empresas y trabajadores.

Alejandro Martínez Sidney, presidente de la Cámara Nacional del Comercio y Servicios Turísticos de Acapulco, señaló que los prestadores de servicios optarían por la disminución de asistentes a los centros de reunión masiva además del establecimiento inmediato de filtros básicos como el gel antibacterial, agua clorada y tapabocas en el personal de atención directa.

Establecieron que para ellos será primordial el tema de salud, pero si el gobierno no está preparado con un plan de contingencia y no hay el apoyo suficiente para la población, no podemos paralizarnos y mejor trabajaremos en ese sentido.

Sugirieron hacerle un llamado al presidente Andrés Manuel López Obrador y al Congreso de la Unión para que se trabaje en la búsqueda de un respaldo económico para quienes resulten afectados por la pandemia y sean considerados como daños colaterales de la misma.

Foto: Abraham Cortés | El Sol de Acapulco

Para Javier Saldívar Rodríguez, vicepresidente de la Concanaco-Servitur México que aglutina al sector organizado de los estados de Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Veracruz, es imposible paralizar la actividad turística de Acapulco y mucho menos la comercial ya que hay miles de fuentes de empleo que están en riesgo.

Aseguró que el comercio organizado de Acapulco está integrado por más de 40 mil comercios de diversos tamaños que diariamente tienen que luchar para sobrevivir a múltiples problemas como el pago de nóminas, impuestos y la inseguridad. No se puede paralizar así nomás al puerto de Acapulco.

Los trabajadores y sus sindicatos respaldan al sector empresarial en este momento de levantar la voz. “No estamos peleando, no. Pero queremos que nos escuchen que no podemos parar actividades porque el hambre campearía entre los trabajadores”. Que mejor establezcan filtros a los que venden alimentos en la calle, a quienes ni están organizados y ni pagan impuestos y que, por consiguiente, no cuentan con las normas de salud que se requieren.

Foto: Miguel Ángel Mendoza | El Sol de Acapulco

Y la voz oficial del sector comercial requiere la intervención del gobernador Héctor Astudillo Flores para que sea el portavoz del SOS que lanzan los comerciantes y sector empresarial acapulqueños. Sabedores de que la contingencia crecerá los comerciantes solamente piden los estímulos que sean necesarios para que Acapulco no lo remate un virus que crece en las vías respiratorias y que ha soportado estoicamente los golpes diarios de la inseguridad con el cobro de cuotas, so pena de morir a balazos.

La zozobra generada por lo que podría ser un inminente cierre de los negocios en sector hotelero, restaurantero, pequeña y micro empresarial, así como de vendedores ambulantes, comerciantes y taxistas, ha propiciado una serie de manifestaciones y bloqueos, porque la mayoría de los antes mencionados, viven de las propinas que generan los turistas que, este fin de semana, a pesar de las restricciones, viajaron al puerto para vacacionar sin importarle los riesgos de contagio por la pandemia mundial.

Mientras distintos sectores avanzan en las medidas de prevención para evitar la propagación del COVID-19, las luces de una ciudad que vive de noche empiezan a apagarse, en un hecho inusitado e histórico que impactará drásticamente en la economía de los distintos sectores de la sociedad, donde la inmensa mayoría vive al día.

El “coronavirus de Wuhan”, que surgió en diciembre del 2019, ha dejado una estela de muerte, desolación y afectaciones hasta la bolsa de valores a nivel mundial. Sin embargo, a Acapulco, aun con la alerta y llamados para que se queden en sus casas, continúa la llegada de turistas.

El puerto, que paulatinamente empieza a registrar cierre de discotecas, restaurantes y otros negocios, intenta sobrevivir entre la incredulidad y escepticismo ante el embate virulento que en otros países ha dejado severas consecuencias por el actuar tardío de las autoridades y la negativa de los empresarios a bajar temporalmente sus cortinas, mientras pasa la cuarentena.

En Acapulco, la ciudad guerrerense que fue la ventana de México ante el mundo, la mayoría de sus ciudadanos son prestadores de servicios turísticos, obreros, meseros, taxistas, vendedores ambulantes, masajistas, pequeños comerciantes, quienes dan atención a miles de vacacionistas que arriban a la ciudad por cielo, mar y tierra, e incluso generan una economía circulante.

Grupos de ciudadanos, han iniciado a manifestarse con bloqueos porque dicen serán afectados por las posibles medidas, que sin duda serán drásticas, para exhortar a la población a mantenerse en sus hogares a fin de evitar la propagación del COVID-19, bajo el argumento, entendible, de que “viven al día”.

Foto: Martín Gómez | El Sol de Acapulco

El puerto, que cuenta con una infraestructura hotelera en decadencia, compuesta por más de 20 mil cuartos hoteleros de los que 15 mil fueron construidos hace ya cinco décadas, podría sufrir daños económicos que causará la hibernación obligada por la pandemia, que sin duda impactará los servicios generales.

Su población dependiente de las actividades turísticas —85 por ciento vive de manera directa de las actividades comerciales y de la llamada industria sin chimeneas— permanece en la zozobra ante los anuncios oficiales de cerrar todo para evitar la propagación de la maldición hecha enfermedad.

El Covid-19, surgido de Wuhan, la provincia central china de Hubei, penetró la rada acapulqueña con el arribo de turistas argentinos quienes, al sentirse enfermos, acudieron al hospital Magallanes, donde causaron la zozobra de los médicos, enfermeras y trabajadores en general.

Fue hasta el último día de la doceava semana del año, tras la aparición de los primeros cuatro casos comprobados de contagio por el Coronavirus, las autoridades de Salud apenas compraban “las pistolitas”, como denominan coloquialmente a los termómetros infrarrojos digitales que, sin tocar el cuerpo humano, determinan infaliblemente la temperatura de cualquier persona al ser colocada en la frente.

Foto: Abraham Martínez | El Sol de Acapulco

Hay varias clases de trabajadores en Acapulco: Los que laboran en la industria turística de manera directa (hoteles, restaurantes, discotecas, bares y centros nocturnos); los que dependen indirectamente de ella, pero la hostigan con su presencia en playas y sitios públicos (vendedores ambulantes, negocios informales de comidas callejeras, transportistas y otros) y los empleados de los tres órdenes de gobierno.

Los únicos que tienen asegurado su futuro económico son los últimos. Sus salarios están seguros, aunque se cierna sobre sus cabezas el fantasma de la enfermedad que, de agravarse, viene la Muerte con todo y guadaña.

Los demás trabajadores estarían hundidos en la inopia junto con sus familias y por ello existe la zozobra de lo que pasaría en caso de que haya una paralización de Acapulco.

Aparejado a toda esa incertidumbre, el gobierno de Acapulco, encabezado por Adela Román Ocampo, primero informó sobre la disposición oficial de cerrar todos los negocios que operan en las franjas turísticas y costeras del puerto. Un día después, ante el tamaño del daño colateral, la propia gobernante dio marcha atrás a la decisión que fue considerada como unilateral.

Sobre el tema de la paralización obligatoria, esbozada con el pincel de la pandemia, dirigentes del comercio organizado de Acapulco rechazaron la decisión unilateral del gobierno local sobre el cierre de todos los negocios que operan en la franja turística ya que no fueron previamente notificados y porque no existe un plan de contingencia que responda a las necesidades económico-laborales de empresas y trabajadores.

Alejandro Martínez Sidney, presidente de la Cámara Nacional del Comercio y Servicios Turísticos de Acapulco, señaló que los prestadores de servicios optarían por la disminución de asistentes a los centros de reunión masiva además del establecimiento inmediato de filtros básicos como el gel antibacterial, agua clorada y tapabocas en el personal de atención directa.

Establecieron que para ellos será primordial el tema de salud, pero si el gobierno no está preparado con un plan de contingencia y no hay el apoyo suficiente para la población, no podemos paralizarnos y mejor trabajaremos en ese sentido.

Sugirieron hacerle un llamado al presidente Andrés Manuel López Obrador y al Congreso de la Unión para que se trabaje en la búsqueda de un respaldo económico para quienes resulten afectados por la pandemia y sean considerados como daños colaterales de la misma.

Foto: Abraham Cortés | El Sol de Acapulco

Para Javier Saldívar Rodríguez, vicepresidente de la Concanaco-Servitur México que aglutina al sector organizado de los estados de Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Veracruz, es imposible paralizar la actividad turística de Acapulco y mucho menos la comercial ya que hay miles de fuentes de empleo que están en riesgo.

Aseguró que el comercio organizado de Acapulco está integrado por más de 40 mil comercios de diversos tamaños que diariamente tienen que luchar para sobrevivir a múltiples problemas como el pago de nóminas, impuestos y la inseguridad. No se puede paralizar así nomás al puerto de Acapulco.

Los trabajadores y sus sindicatos respaldan al sector empresarial en este momento de levantar la voz. “No estamos peleando, no. Pero queremos que nos escuchen que no podemos parar actividades porque el hambre campearía entre los trabajadores”. Que mejor establezcan filtros a los que venden alimentos en la calle, a quienes ni están organizados y ni pagan impuestos y que, por consiguiente, no cuentan con las normas de salud que se requieren.

Foto: Miguel Ángel Mendoza | El Sol de Acapulco

Y la voz oficial del sector comercial requiere la intervención del gobernador Héctor Astudillo Flores para que sea el portavoz del SOS que lanzan los comerciantes y sector empresarial acapulqueños. Sabedores de que la contingencia crecerá los comerciantes solamente piden los estímulos que sean necesarios para que Acapulco no lo remate un virus que crece en las vías respiratorias y que ha soportado estoicamente los golpes diarios de la inseguridad con el cobro de cuotas, so pena de morir a balazos.

La zozobra generada por lo que podría ser un inminente cierre de los negocios en sector hotelero, restaurantero, pequeña y micro empresarial, así como de vendedores ambulantes, comerciantes y taxistas, ha propiciado una serie de manifestaciones y bloqueos, porque la mayoría de los antes mencionados, viven de las propinas que generan los turistas que, este fin de semana, a pesar de las restricciones, viajaron al puerto para vacacionar sin importarle los riesgos de contagio por la pandemia mundial.

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