El puerto de Acapulco es la única ciudad, que cuenta con un "canal de aireación" conocido como la "Abra de San Nicolás", que funciona como aire acondicionado natural para esta gran urbe y que fue construido en 1888, por el coronel José María Lopetegui y el teniente coronel Mariano Cremieux.
Este canal se edificó demoliendo un gran cerro y rocas gigantes, se encuentra ubicado en la explanada del hotel el Mirador y está hendidura dio origen a la avenida Adolfo López Mateos y calle Quebrada, así como el paso a desnivel, pero también abrió el camino para llegar a los acantilados de La Quebrada, actualmente, un distintivo turístico de la ciudad.
El ex regidor Javier Morlet Macho, un estudioso de la historia del viejo Acapulco, explicó que consultó varias fuentes que confirman que las condiciones climáticas eran terribles en el puerto y así lo describían cuando en 1564, la bahía recibía a los galeones que provenían de Manila, Filipinas.
Según el escritor Otto Wagner, la bahía de Acapulco ofrecía condiciones inmejorables para el fondeo y resguardo de barcos, pero sus condiciones climáticas eran insufribles, por esa razón sólo llegaban durante la feria comercial más famosa del mundo "Humboldt", pero después partían por no soportar el fuerte calor.
El mismo Alexander Von Humboldt, en 1803, describió las fuertes temperaturas y las enfermedades que estas ocasionaban; además de que tenían que respirar un aire ardiente y sus emanaciones pútridas por la muerte de peces.
A través de los años se observó que lo escarpado del terreno y las montañas hacían una figura de concha, que impedía que el puerto capturara el viento del mar, lo que ocasionaba que golpeara más a la población las altas temperaturas, principalmente durante el verano.
Morlet Macho confirmó que datos históricos precisan que fue el coronel don Joseph Barreyro y Quijano, gobernador o castellano del castillo Fuerte de San Diego, quien ordenó hacer un estudio técnico del puerto y se dieron cuenta que al Noreste, había una montaña con una parte baja por la cual podría ingresar el viento de mar abierto.
Fue así como se autorizó el presupuesto de 450 pesos y se hizo el trazo para empezar con esta obra antes de 1799, que arrancó en las faldas del cerro de la Pinzona, se planeó que tuviera 300 metros de longitud, de 8 a 10 metros de ancho y tres de profundidad.
La obra estuvo a cargo del coronel José María Lopetegui, quien era jefe de la guarnición de la plaza y utilizó soldados mezclados con presidiarios que purgaban condenas en los calabozos del castillo de San Diego, algunos morían al ser golpeados por las piedras dinamitadas.
El ex edil, Javier Morlet, dijo que encontró una anécdota, que se refiere a dos inseparables amigos que fueron detenidos por delitos leves, estos se ofrecieron trabajar en el canal de la aireación, pues no querían estar encerrados en los calabozos, así que después de varios meses de trabajo, cuando estaba concluido el canal y solo quedaba una roca que estorbaba, el militar les ordenó dinamitarla.
Hicieron el hueco por donde colocaron la dinamita y cuando le prendieron fuego a la mecha, uno de los amigos resbaló y su compañero trató de rescatarlo, pero ambos cayeron y al sobrevenir la explosión, perdieron la vida, quedando sus cuerpos sobre la roca que dinamitaron, sumándose a la lista de muertos que cobró la obra.
Cabe señalar que el nombre del canal de el "Abra de San Nicolás", se debe a que se encontraba al oeste la Capilla de San Nicolás Tolentino, cuya obra fue responsabilidad de la Junta Auxiliar de Mejoras Materiales, para ser inaugurada con diversas festividades el 1 de enero de 1888.
Actualmente, este canal refresca de manera natural al puerto de Acapulco, funcionando como un gran aire acondicionado, aunque pocos saben de su origen y que costó la vida de decenas de presidiarios y algunos del personal de tropa que participó en la construcción del canal de la aireación.