Son excelentes músicos, ejecutan diversos instrumentos como la guitarra, la kena, zampoña, trompeta, guitarrón y lo que se ocupe dentro de los grupos de mariachis que los buscan para ofrecerles trabajo en tocadas, ellos son dos hermanos originarios de la montaña que vivieron una infancia tormentosa sumida en la oscuridad de su ceguera, una juventud complicada por la limitante de no hablar español y haber quedado huérfanos a los 12 años.
Herminio y Agustín de Jesús Clemente nacieron en la comunidad Paraje Montero perteneciente al municipio de Malinaltepec, los médicos diagnosticaron que padecen de catarata congénita por lo que desde niños su visión fue muy reducida y conforme pasaron los años se fueron sumiendo en la oscuridad.
Lea también: IMSS Guerrero realiza primeras procuraciones de córneas en este año
A los 12 años su vida sufrió un nuevo golpe, su madre falleció dejándolos en el total desamparo, sin embargo entre su desgracia conocieron personas que se interesaron en ayudarlos y hubo quien los animó a venir a Chilpancingo donde los canalizarían al DIF para que los revisaran especialistas y se atendiera su enfermedad de los ojos.
En Chilpancingo se enfrentaron a la grave limitante de no hablar español, pues entre ellos hasta ese momento sólo se comunicaban en lengua materna me'phaa (Tlapaneco), entonces empezaron a aprender lo básico del español, apoyados por familiares y amigos que les daban asilo y les apoyaban en sus gastos básicos, sin embargo cuando ya estaban instalados en la capital se presentó un incidente que les volvió a cambiar la vida, “una reportera nos entrevistó y nos preguntó que si estábamos siendo explotados por nuestros familiares, nosotros ni sabíamos que era esa palabra pero respondimos que sí que somos explotados porque pensamos que era algo bueno”.
Tras esa declaración sus benefactores les reclamaron, los catalogaron de malagradecidos y les pidieron que se fueran de la casa, de esa manera se encontraron nuevamente desamparados, viviendo en la oscuridad, en una ciudad en la que no tenían posibilidad de comunicarse y sin una forma de solventar sus necesidades.
Cuando todo parecía más complicado una luz llegó a sus mentes, en una vieja grabadora escucharon música y entonces entendieron que ese debería ser el ritmo que movería sus vidas, empezaron a aprender solos con una flauta dulce como la que tocan los estudiantes de secundaria, después le adicionaron el sonido de la guitarra, un día en el zócalo conocieron a unos bolivianos que les enseñaron las zampoñas, y los principios básicos para tocarlas, después ellos solos aprendieron escuchando música en la vieja grabadora.
Los años pasaron y se fueron a radicar al municipio de Zumpango, porque en Chilpancingo nunca pudieron comprar un terreno debido a lo caro que son los bienes inmuebles, hoy su vida es estable, tienen trabajo con diferentes mariachis y cuando no tienen tocadas, se instalan en el zócalo tocan y los transeúntes les regalan monedas, con ello solventan sus gastos.
Los dos hermanos se han vuelto muy alegres son bromistas y aseguran que en el zócalo a veces no reciben apoyo, pero los días que no les dan consiguen para irse a su casa y de todas formas disfrutan haber tocado porque la música les ha dado muchas esperanzas de vida, “pero vamos a estar sólo platicando o me vas a dejar tocarte una canción”, señaló mientras abría la funda de la guitarra, para interpretar una popurrí de melodías de música Guerrerense, en la Guitarra y Zampoña, al terminar varios curiosos se habían acercado al zócalo a la zona de la entrevista y aplaudieron por la destreza que mostraron al tocar Zirandaro.
Entre bromas los dos hermanos dieron por concluida la entrevista, luego se fueron caminando por los pasillos de la plaza, los reporteros que estuvimos en la entrevista coincidimos en señalar que a veces nos quejamos de las adversidades que nos ofrece la vida pero conocer su historia de Herminio y Agustín es muy motivante porque ellos si vivieron situaciones extremadamente complicadas, tuvieron toda la adversidad en su contra y a pesar de eso hoy son dos personas productivas que su discapacidad no es una limitante para desplazarse en la ciudad, para hacer su música y vivir de manera positiva con proyectos de progreso y superación.