Amanda es una de las decenas de comerciantes informales que lleva un ingreso a su hogar para dar una buena calidad de vida a sus hijos.
Por cuestiones económicas solo estudio la preparatoria, y dadas las condiciones para obtener un empleo, desde hace seis años instaló un pequeño puesto en una de las principales paradas del transporte público para llevar más ingresos para los suyos.
Este negocio se encuentra sobre una acera de la avenida Juan Álvarez, ubicada antes de la entrada al paso a desnivel.
En su pequeño puesto improvisado, donde vende dulces, cubrebocas, frituras, monederos, y botes para agua, y recientemente comenzó a vender zapatitos y gorros tejidos, aprovechando que se acerca la temporada de frío.
Lee también: Familias de Ayutla y Acapulco crean empresa de chilate
Todos los días, llega a las 8:00 horas y se va por la tarde, alrededor de las 17:00 horas.
Para ella, eso de que el hombre sea el único se llevar el sustento al hogar “eso ya pasó de moda”, y para Amanda es mejor no depender de alguien, o como lo dice “no estar a expensas del marido”.
En los seis años que lleva con su puesto, señala que hay muchas personas que se enojan con que las personas vendan en espacios públicos, sin embargo, en su caso dice que ella trata de estorbar lo menos posible.
Durante las primeras horas de la mañana su pequeño puesto se encuentra a salvo del sol pero conforme pasan las horas el sol les hace una mala jugada, por lo que es necesario colocar una lona para lograr un poco de sombra.
La misma lona ayuda a las personas a resguardarse del sol mientras esperan el transporte público que los lleve a sus destinos.
“No te va a llegar el dinero a tu casa”, expresa y luego agrega que como en todo negocio, hay días buenos y días malos.