Más unidos que nunca, don Santiago y su esposa Eva, caminan diariamente sobre la costera Miguel Alemán, empujando su carrito y vendiendo agua de coco para ganarse la vida.
Ambos oriundos del puerto de Acapulco, comparten sus sueños, sus logros y tropiezos desde hace 45 años, de cuya unión son padres de dos hijos que vuelan por sí solos y escriben su propio destino.
A pesar del fuerte sol, desde la colonia Nueva Era, situada en la zona poniente de la ciudad, se trasladan al centro y se incorporan a la costera, a la altura de la playa Tamarindos.
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A partir de ese punto inicia la venta del agua de coco que le toca preparar a doña Eva, mientras que don Santiago, pica el hielo y vacía los garrafones con agua a la pulpa de coco.
Una vez que las dos botes están llenos con el producto, empieza la venta a turistas y residentes, que se encuentran a su paso, porque el camino es largo y el calor es fuerte.
Brevemente don Santiago, dice que antes era preparador de banquetes y su esposa Eva, se dedicaba al hogar, pero decidió independizarse y desde hace 16 años venden agua de coco.
Refiere que les va bien, llegan hasta Icacos y de ahí se regresan a su hogar, para nuevamente empezar al siguiente día "y así lo seguiremos haciendo hasta que Dios nos permita caminar".
Dicho esto, la pareja sigue su camino, el día pinta bien aunque hay nublados dispersos que amenazan con lluvia, por eso agilizan el paso para hallar a sus clientes que caminan por la franja costera.