Después de un largo y cansado día de trabajo en playa El Carrizal, Don Juventino se dirigía a su modesta casa en el municipio de Coyuca de Benítez, iba solo por la orilla del mar pensando en la sabrosa cena que su mujer le daría al llegar así como besar y abrazar a sus tres hijas.
La noche sin luna, un fuerte viento y la sombra de palmeras hacían terrorífico el panorama para el pescador, quien había olvidado en el cayuco su linterna.
Juventino siguió caminando cuando de repente vio a la lejos una luz, pensó que era algún compañero de trabajo, por lo que le gritó: “Hey amigo, ven pa’ca, échame la luz”, pero no tuvo respuesta.
La luz siguió acercándose hasta que pudo ver a una mujer con un vestido blanco que se confundía con la espuma del mar y en su mano derecha un candil de petróleo.
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Don Juventino la miró sorprendido y pensó, cómo es posible que esta mujer ande sola en la playa a altas horas de la noche, por lo que fue a su encuentro, pero al estar cerca, ella lo tómo de la mano y le dijo: “Ven, vámonos a Acapulco, te daré monedas de oro”, a lo que él sin pensarlo accedió.
En el camino la mujer le comentó que había ahorrado unas monedas de oro con la ilusión de ir al Vaticano a conocer al Papa como muestra de su devoción, pero unos hombres la atacaron, asesinaron y le robaron sus monedas por el rumbo entre El Carrizal y Mitla, por lo que buscaba venganza.
Juventino de inmediato la soltó y corrió sin mirar atrás hasta llegar a su casa, donde ya lo espera su familia a quien le contó lo sucedido y posteriormente murió.
Cuenta la leyenda que las noches sin luna en esta playa de la Costa Grande vaga un espíritu dolido con una luz prominente en busca de venganza, a quien se le conoce como La Mujer del Candil.