Las inclemencias del clima y el ánimo de las personas de comprar, son algunos de los obstáculos que se presentan en una de las jornadas de trabajo de Pau, una vendedora de pastel de galleta del centro de Chilpancingo.
En una pequeña cocina, Pau, recibe la ayuda de sus dos hijas, de entre 8 y 10 años de edad, para elaborar el pastel que más tarde saldrá a vender en la zona del centro.
Aprendió el oficio de la repostería desde cuando tenía 13 años, y ahora ya casada y con dos hijos, recibe ingresos por la venta de tan delicioso producto, hecho a base de galletas y chantilly.
Todos los días, antes de la hora de comida, prepara el pastel que saldrá a vender, uno que está conformado en promedio por unas 35 rebanadas.
Alrededor de las 18:00 horas, tiene que tomar el transporte público para trasladarse hacia el centro de la ciudad y demora hasta 40 minutos en llegar a una zona ubicada a unos metros de la Catedral.
Cada rebanada la ofrece en 18 pesos, y en ocasiones logra vender todas y a veces ni siquiera vende la mitad. Aunque aclara que los mejores días de venta son las quincenas y días sin lluvia.
En una ocasión, un fuerte viento tiró su charola con rebanadas de pastel, en la que tenía todavía unas 10 porciones.
Sin embargo, las personas que vieron el hecho se acercaron a apoyarla, y le compraron las que pudieron rescatar del contacto con el piso, en un acto de solidaridad.
Situaciones cómo está, hacen que Pau sueñe con establecerse en un local, sin embargo, las condiciones son complicadas debido a la situación económica y también porque le gustaría iniciar su negocio ofreciendo una gran variedad de productos para la clientela.