Quien iba a imaginar que el fruto de un árbol de origen asiático, se tomaría su nombre para bautizar al primer barrio y más antiguo del puerto de Acapulco, si, se trata de Icacos.
Este núcleo poblacional que tiene una extensión de 762 hectáreas y se encuentra al noreste de la ciudad, data del siglo 1600, cuando era colonia de la nueva España, en estado rústico y parte de la zona agreste de la montaña que flanquea a la ciudad.
El cronista de la ciudad, Anituy Rebolledo Ayerdi, estudioso del tema, describe que en esa época, precisamente, durante la colonia, el Virrey de la Nueva España, Gaspar de Sandoval Cerda Silva y Mendoza, le llama la atención una extensión de tierra fértil conocida como Sabana Grande.
Sin proponérselo, crearía el primer barrio de la ciudad, quien interesado por construir en ese terreno un huerto, ordena al gobernador de Acapulco, Miguel Gallo, reubicar a los nativos en un paraje que actualmente forma parte de la colonia Icacos, exentando a todos del pago de impuestos por un periodo de diez años.
Por cierto, ese fruto es nativo del Japón. ¿Pero cómo fue que se trajo este fruto? Bueno, escritos históricos revelan que años más tarde, el dos veces Virrey, Luis de Velasco hijo, marqués de Salinas durante 1607 y 1611, construyó una finca en ese paraje y ordenó traer del país asiático la simiente del fruto conocido como Ikako, en versión de aquel entonces.
Cuando creció era un árbol de 9 metros de altura, que daba flores pequeñas y blanquecinas. El fruto es del tamaño de una almendra y es dulce, con consistencia pulposa y es de un color rosado jaspeado y morado oscuro casi negro, que con el tiempo se le empezó a identificar como Icacos.
Este asentamiento humano empezó a crecer y con el tiempo se registró como tierras ejidales, que abarcaba hasta la playa Icacos, por lo que para los dueños el futuro era promisorio y empezaron a ocupar las tierras para el cultivo de maíz y huertas frutales.
Aunque otra de sus actividades era la pesca, pero no fue por mucho tiempo, pues los ejidatarios sufrieron el despojo de las áreas de mayor plusvalía, al declararlas para uso público y fue cuando se vendieron a empresas privadas
A pesar de la resistencia de los legítimos dueños, el entonces presidente de la República, Miguel Alemán (1946-1952), desalojó a las familias que habitaban sobre el área de playa y se ordenó arrasar con las huertas de mango, plátano y papaya, para ser reubicados al otro extremo de la costera Miguel Alemán, en las faldas de la montaña.
Mientras que se construían el Centro de Convenciones, el Club Deportivo, la Base Naval y las instalaciones de Pemex, así como grandes hoteles como el Hyatt, mientras que en la cumbre se proyectó construir las instalaciones de la IX Región Militar.
Esto a pesar de la lucha que emprendieron las familias Marín, Los Magallón y los Arellano, quienes, incluso, fueron encarcelados y esto los hizo desistir de sus protestas, pero continuaron por el terreno legal con la disputa de sus tierras que pertenecieron a sus ancestros desde hace dos siglos.
El gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa, en los años 70, a fin de calmar los ánimos les construyó pequeñas viviendas sobre la falda de la montaña y cerró el gris capítulo para los habitantes de la ahora colonia Icacos.
Actualmente, la línea de playa y grandes porciones de tierra son de particulares o del gobierno federal, quedando como parte del recuerdo que alguna vez poseyeron áreas donde hoy se yerguen desde hoteles, condominios y restaurantes, que son actualmente propiedad de empresas privadas.
Sin embargo, los vecinos de Icacos, sufrieron otro duro golpe, en efecto, pues como si no fuera suficiente el despojo de sus tierras, hace más de 40 años, sin aviso alguno se destruyó el panteón de Icacos en la Condesa, lugar sagrado y ligado a sus ancestros.
El argumento de las autoridades de aquel entonces, fue que necesitaban ese espacio para un estacionamiento, por lo que colocaron una plancha de concreto, entre los hoteles Holiday y Calinda, en el que actualmente estacionan sus automóviles los visitantes.
Por supuesto que los turistas ni idea tienen que ahí se encuentran los cuerpos enterrados de los primeros nativos del que fue el primer barrio que existió en el puerto de Acapulco, Icacos.