Hace más de 13 años en una noche fresca por el paso de las lluvias por varios días, don Juan de más de 70 años quien era el velador del panteón de las Cruces tuvo un episodio de miedo.
Era un día de trabajo como cualquier otro, todo se apreciaba de manera normal y como cotidianamente después de hacer ciertas tareas de limpieza en el cementerio se dirigía a dormir pequeñas siestas en un sillón tejido con plástico mejor conocido como “alacrán”.
Este lo colocaba todas las noches en la entrada principal del camposanto para estar atento si alguien llegaba, parecía una noche más como de las miles que había pasado, pero no la fue.
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El cansancio por la edad y las actividades que realizaba terminaron venciéndolo de sueño, y como de costumbre se recostó en su “alacrán” hasta que se quedó profundamente dormido.
Minutos después de las 12 de la noche un ruido extraño lo despertó, pero no visualizaba a la perfección el panorama de enfrente, pues había poco iluminación y por la edad ya no veía a la perfección.
Inmediatamente Don Juan, quien ya llevaba más de 40 años siendo velador de dicho panteón fue por una linterna para tratar de investigar de qué se trataba ese ruido extraño.
“Solo eran voces muy fuertes, así como cuando se hace una boruca y alumbre con mi lámpara y vi como más o menos veinte personas todas vestidas de blanco caminaban alrededor de la fuente”, narró el señor Juan.
Frente a la puerta principal del cementerio se ubica una fuente en donde las personas toman agua con sus cubetas y la utilizan para limpiar las tumbas de sus difuntos o para las flores.
El velador muy valiente se acercó y les pregunto “y ahora ustedes qué, qué quieren qué hacen, por dónde entraron”, pues él creía que se trataba de personas que realizaban algún ritual y que se habían metido al lugar sin su permiso.
No obstante, en cuánto se acercó y los cuestionaba el grupo de personas vestidas de blanco caminaron más a prisa al rededor de la fuente para después emprender su camino por uno de los pasillos principales que se ubica entrando a mano izquierda.
Caminando todos en fila vio cómo se introducían en una de las miles de tumbas pero cada que se acercaba eran menos los que quedaban afuera, así que cuando llegó al punto ya no vio nada, incluso creyó que se habían ido algunos a otros puntos.
En cuanto salió la luz del sol don Juan inmediatamente fue a ver el lugar, creyendo que encontraría algo anormal como una sepultura abierta, pero no, estaba todo de manera normal.
“La tumba a la que vi que se metieron estaba intacta, completa, sin ningún orificio, todo normal. La verdad sentí mucho miedo pues todo lo visto esa noche fue tan claro y real”, concluyó el velador.
Después de esa noche él ya no pudo dormir por varios meses en su “alacrán” ahí en el camposanto lo hacía en su casa hasta que terminaba su turno.