El recuerdo de don Marcelino Salmerón Santos, es que cuando él era pequeño, la Iglesia tenía paredes pero no la bóveda, al centro estaba una construcción de teja y es donde se resguardaba la imagen de San Antonio, misma que fue donada por las Hermandas Nava, que eran dos mujeres solteras grandes que vivían en los terrenos que después pasaron a ser parte de la familia Valenzo, cerca de la calle cinco de febrero.
“La Imagen es pequeña, porque después quisieron cambiarla por un santo de mayor tamaño, similar a una persona, pero la gente no lo permitió y ese santo terminó guardado y el que se exhibe sigue siendo un santo pequeño”. Relató el anciano de casi 90 años, que aún se gana la vida vendiendo dulces frente a la iglesia.
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Don Marcelino en su juventud allá por la década de 1950 fue mayordomo de la fiesta de San Antonio y recuerda que al finalizar sobró dinero y con los demás miembros del comité decidieron invertirlo para comprar un terreno que está adjunto a la parroquia en el barrio del mismo nombre, pero Marianito que era el propietario y se desempeñaba como Sacristán de la Iglesia de la Asunción se negó a venderlo por recomendación de quien era párroco de esa Iglesia el padre Humberto Osorio.
Para ese tiempo la Iglesia ya tenía su domo y sus torres que fueron construidas con la cooperación de los albañiles del barrio.
El dinero se guardó y al siguiente año se entregó al comité para pagar una en la que oficia la misa el padre, misma que son unas manos que sostienen la plancha y se mandó fabricar en mármol, “el dinero sirvió para completar el pago de la mesa y fue todo en lo que yo me involucré”.
Recordó que con el dinero que juntaron por la fiesta patronal hubo varas propuestas como el que se construyera la pila bautismal a la orilla sur de la capilla y el ingeniero Genaro Leyva Ortiz realizó el proyecto de construcción, mismo que no se hizo porque en ese momento no se logró comprar el terreno.
Con el paso de los años los terrenos que eran tierras de labor se fraccionaron y fue entonces que la iglesia pudo obtener un pedazo para la construcción de el área donde actualmente está el área administrativa de la iglesia, y una bodega donde tradicionalmente se guardaban las cruces de los penitentes pero que hoy es la cochera del sacerdote.
El Barrio de San Antonio es uno de los cinco tradicionales de Chilpancingo y ha tenido una gran rivalidad con el de San Mateo, principalmente por la desigualdad social que siempre prevaleció pues las familias adineradas se asentaron en San Mateo, mientras que en San Antonio fueron más agricultores y campesinos humildes.
El señor Marcelino, recordó que cuando el municipio fue gobernador por Jorge León Robledo, tres familias que tenían sus propiedades frente a la Iglesia Fueron reubicados en la parte alta y sus terrenos se utilizaron para la construcción del parque que alberga un quiosco y un dispensario médico.
Las familias que se reubicaron fueron los Ramos, los Pineda y los Sánchez, además se quitó una fuente de agua que había en ese lugar y a la que acudían para acarrear agua a sus casas.
“Las fiestas aquí fueron muy bonitas, se construía una enramada, se ponía el tocadiscos y con eso había baile, iban las mujeres y los hombres se acercaban a buscarlas para bailar y de ahí salían muchos compromisos”.
La organización de la fiesta también tenía una estructura porque los hombres eran quienes organizaban toda la parte que tiene que ver con la fiesta pagana, el baile, los cuetes, la fiesta, y las mujeres se encargaban de todo el rubro religioso, las misas, los rosarios, y todo lo de adentro del templo.
“Lamentablemente hoy las cosas son diferentes, ya las fiestas no son igual que hace años en los que todo el barrio participaba”, señaló mientras lanzó un suspiro de nostalgia.