Con una experiencia de 40 años sacando cucarachas de mar, Alfredo asegura que este trabajo no es fácil, pues puede costar la vida si la ola te golpea y te arrastra mar adentro, pero también desafiar el peligro si se topan con un tiburón.
Para que se pueda comprender en que consiste el riesgo, explica que, en su caso, sale a las 8:00 de la noche de su domicilio en el Coloso y de ahí se va a zonas poco profundas de la playa el Revolcadero, en donde bucea en busca de este crustáceo que vive en las profundidades del mar y parte rocosas.
Durante toda la noche y con una lámpara, se dedica a buscar este molusco, desafiando las congeladas aguas, pero también el oleaje, que es donde pone mayor cuidado porque un descuido y puede ser mortal, porque la misma corriente marina golpean el cuerpo contra la roca y es lo que impide poder salir.
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Recuerda que en alguna ocasión lo golpeó una ola y cayó entre las rocas, como pudo se afianzó a una piedra y aunque sufrió varios golpes y desprendimiento de la epidermis, pudo salir y vivir para contarlo, tuvo que guardar cama varios días y curar sus heridas.
Alfredo, sin dejar de sacar las cucarachas de su caparazón y echarlas a una cubeta, con la ayuda de su esposa, quien en silenció escucha a su pareja, contó una anécdota que le pasó cuando buceaba en una parte honda en la bahía, vio pasar a un tiburón y le causó un gran susto.
Al margen de todo esto, asegura que de su profesión ha mantenido a su esposa y a sus tres hijos, pues con la venta de la cucaracha de mar ha pagado los estudios y las necesidades de su hogar, gracias a que en un día llega a vender hasta mil 500 pesos.
Actualmente, dijo, que cumplió 54 años de edad y sigue buceando, para después vender este crustáceo en el parque de la Reina, en donde ya lo conocen y tiene muy buenas ventas, pues la cucaracha de mar es considerada un verdadero manjar, por turistas y residentes.