Su área de trabajo quedó totalmente destruido, pero tienen que ganar el sustento familiar y bajo los inclementes rayos de sol, las mujeres lavanderas llevan ropa ajena a los lavaderos y ganarse unos pesos.
Este pequeño grupo de mujeres, todos los días llegan a ese punto del Barrio de la Fábrica, en donde prácticamente en silencio lavan la ropa que les dan sus patrones ocasionales.
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Aquellos momentos de intercambiar secretos y uno que otro chisme, parece cosa del pasado, pues cada una en silencio busca un espacio para trabajar y si acaso el comentario son sobre los apoyos que está otorgando el gobierno federal.
A su alrededor, solo hay devastación, la techumbre no resistió los vientos de más de 300 kilómetros por hora y la redujo a escombros, quedando al intemperie.
En esas condiciones trabajan este grupo de mujeres, incluso, ahí guisan sus alimentos y algunas los comparten, pero ya no es igual y solo acuden quienes no tienen otra fuente de ingresos.
La señora Mari, recuerda que aquí hay historia y han pasado generaciones de señoras que se dedican a lavar ajeno, como también gobiernos que por ganarse el voto hicieron remozamientos a los lavaderos públicos.
Pero a más de dos meses de la devastación que redujo a escombros su centro de trabajo, tienen que trabajar en condiciones lastimosas, "pero no tenemos otra forma de mantener a nuestras familias".
Sin más regresa a guisar su comida, "para tener fuerzas y seguir lavando", dice y bajo ese calor sofocante de la mañana, sigue con su trajinar diario con la esperanza de que la ayude llegue pronto.