Aunque su colonia Guerrero ya es considerada parte del Centro de Chilpancingo, las mujeres de este lugar no saben de territorio violeta, u otros mecanismos de protección para mujeres, caminan en penumbras, por estrechos callejones, cargando los cestos de ropa para poder llegar a los lavaderos que se encuentran a un costado de la Barranca de Jalahuatzingo, y así resolver el problema que genera la escasez de agua, pero asumiendo un marcado riesgo de inseguridad.
El espacio que ocupan los lavaderos no tiene ni un solo foco y aún así hay muchas mujeres van durante las primeras horas del día antes incluso de que amanezca o hasta por la noche, una vez que ha culminado su labor del día, que terminaron de trabajar e hicieron sus labores domésticas.
Los lavaderos en esta colonia se abasteces del agua de un manantial que nunca se seca, ni en los peores meses de estiaje deja de brotar el agua, por lo que, los vecinos de la zona se dicen bendecidos por Dios, pues en una ciudad como Chilpancingo en la que escasea severamente el vital líquido, ellos tiene una forma de resolver el problema.
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Incluso muchas personas van con cubetas o bules para llenarlos y llevar agua a sus hogares, sin que esto les represente ningún gasto pues el espacio es completamente público puede entrar cualquier personas y utilizar la infraestructura, solo debe cuidar de no desperdiciar el agua y al final de su actividad dejar el espacio limpio como lo encontró.
Vecinos de la zona indicaron que las mujeres que van por la noche normalmente lo hacen acompañadas de sus esposos pues reconocieron que en la zona es muy peligrosa para ir sola, pues por la noche todo está oscuro y hay un grupo de jóvenes que recurrentemente ingieren bebidas alcohólicas “Hasta ahorita no ha pasado nada y hasta dicen que ellos nos cuidan, pero uno no sabe como pueda reaccionar una personas que no está en sus cinco sentidos”.
Ana Laura Nava, relató que ella llegó a vivir en esta zona de la ciudad hace aproximadamente 6 años y desde entonces ha acudido a estos lavaderos con regularidad al menos dos veces por semana y lo tiene que hacer de noche, porque en el día tiene dos trabajos, además de atender a su hijo a quien lleva a la escuela por la mañana y a una escuela de Karate en la tarde.
“Con mi vecina nos hemos organizado para venir juntas de esta manera nos cuidamos una al otro, venimos de noche, ponemos el teléfono y con eso nos alumbramos, mientras lavamos y pues ya si ella termina primero me espera o al revés porque ya sabemos que juntas venimos y juntas nos vamos”.
La mujer indicó que ha visto que las mujeres salen a las marchas, que el gobierno anuncia acciones para que las mujeres no tengan riesgos, pero de eso nada llega a este lugar, “ni siquiera un foco hay, la oscuridad es un riesgo y hablar de vigilancia ni pensarlo”.