Chayito, como todos la conocen, ha pasado más de 60 años de vida entre telas, agujas e hilos, nunca tomó un curso de corte o confección, pero desde los 12 años, de su madre aprendió como utilizar la máquina de coser, a cortar telas, tomar medidas y confeccionar prendas de vestir que, algunas han sido casi obras de arte.
Rosario Santos Hernández (Chayito), con mucha melancolía señala que si a alguien admira es a su madre Elena Hernández Leyva, quien también fue costurera y nunca utilizó una cinta métrica, media a cuartas y uñas, y nunca echó a perder telas por haber cortado mal.
Ella enviudó cuando Chayito tenía seis años y entonces tuvieron que migrar de su natal Palo Blanco al puerto de Acapulco donde pudieron desarrollarse como costureras y hacer una clientela especialmente de mujeres que buscaban una costura de calidad, “no somos los mejores, pero sí damos trabajos de calidad y a buen precio”, señaló la mujer que hoy tiene 77 años de edad.
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Chayito tiene un hijo abogado, un arquitecto, un químico y una secretaria ejecutiva que ya hasta se jubiló del trabajo, todos le dicen que ya es tiempo que deje de trabajar, pero ella asegura que mientras Dios le dé fuerzas para seguir cosiendo lo va a hacer porque el trabajo es lo que la mantiene activa, le da vitalidad, fuerza y ganas de levantarse todos los días.
La costurera indicó que para ella todas las prendas que hace son importantes, sin embargo a las que le han dado más satisfacción son los vestidos de novia, porque son un producto muy elaborado con acabados finos, normalmente se hace con telas de alta calidad y lo principal es que se usan en una fecha muy, pero muy especial en las que se busca tener un momento que no se olvidará nunca.
“He tenido satisfacciones cuando una mujer regresa después de muchos años y recuerda que yo le hice su vestido, en realidad es una satisfacción muy grande, porque se que esa prenda estuvo bien hecha y quedó en la memoria de quien la usó”.
Chayito recuerda que a los 12 años empezó a utilizar la máquina de coser, “era una Singer de pedal y le ayudaba a mi madre a hacer bastillas, después empecé a realizar mis propias prendas de vestir y casi luego que me case fue cuando decidí seguir en este trabajo, en el que me he desempeñado más de 55 años”.
Indicó que las prendas de vestir que hoy utiliza la población, en su mayoría son prendas que viene fabricas o incluso del extranjero como china, a pesar de eso ella aseguró que sigue teniendo clientes que la buscan por la calidad con que elabora sus prendas, hechas a la medida y con telas finas.
Los jóvenes están perdidos
La mujer indicó que aunque no es perfecta, se ha esforzado por tener una vida con valores y buena educación, “lamentablemente hoy los jóvenes están perdidos, viven en el teléfono, no respetan a sus maestros, ni a sus padres.
“Las autoridades también tienen que hacer una labor para que existan fuentes de empleo, que sean bien remuneradas, porque hoy los dos padres tienen que trabajar para sostener una familia y eso ocasiona que los hijos estén solos, que se críen sin la vigilancia que deben tener”.
La sociedad ha cambiado mucho, sin embargo ella se ha esforzado para que quien quiera verla como un ejemplo lo haga, una mujer que todos los días abre su cortina para esperar a los clientes que buscan reparación de prendas o elaboración de las mismas, “aquí seguiré mientras Dios me permita levantarme”.
En su vida ha tenido oportunidad de utilizar muchas máquinas, pero siempre regresa a su Singer, una maquina semiindustrial que adquirió en 1989, le costó mil pesos más 100 que pagó para traerla de Acapulco a Chilpancingo, desde entonces la ha acompañado y hasta el momento se mantiene funcionando al 100 por ciento.
“Le tengo mucho cariño a mi maquina y no pienso en dejarla”, señaló la mujer mientras pasa la mano sobre ella en su local de la calle Baltazar R Leyva del centro de Chilpancingo.