La Calzada Pie de la Cuesta, es una de las avenidas más importantes del puerto de Acapulco, la cual cultivó la leyenda urbana que en el punto conocido como la Frente del Diablo, se aplicó a varios sospechosos la justicia pronta y expedita por algunos jefes policíacos, pues lo utilizaban como paredón.
Este tenebroso pasaje de la historia de la avenida que conecta con Coyuca de Benítez, se ubica en los años 70´s, siendo gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa, quien habría nombrado al entonces mayor Mario Acosta Chaparro, jefe de todas las policías del estado.
Su sexenio destacó porque operaron grupos especiales para abatir la delincuencia, pero también para reprimir cualquier brote de movilización de ciudadanos en contra del gobierno, lo que dio origen a la llamada “guerra sucia”, lapso en la que hubo cientos de personas desaparecidas, que a la fecha se desconoce su paradero.
Retrocediendo un poco en la historia, esta carretera antes se llamaba Costa Grande, pero cuando surgió el proyecto del tren, se hizo el trazo por donde pasarían la vía férrea que comunicaría con la Costa Grande, cuyo primer obstáculo fue un enorme peñasco, al que se trató de perforar.
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Como todos saben, el proyecto del tren que nunca llegó al mar, finalmente se canceló, pero los ejidatarios de Pie de la Cuesta, gestionaron ante el entonces presidente de la República, Miguel Alemán Valdés, que se hiciera la carretera y al mismo tiempo la terminal área de Pie de la Cuesta y se le cambio a su nombre actual.
Fue en 1945 cuando se inauguró la avenida Calzada Pie de la Cuesta y la terminal área en lo que hoy es la Base Área Militar, por el propio titular del ejecutivo federal, Alemán, quien durante la ceremonia de apertura, el presidente del comisariado ejidal, Félix Terán, pidió dirigir un brevísimo mensaje de agradecimiento y, si, que lo fue.
Vistiendo sus ropas habituales y sin faltar su sombrero de palma, cuando le toca hablar con solemnidad dijo: Señor licenciado Miguel Alemán Valdés, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, quiero expresarle señor licenciado, hablando de presidente a presidente, el eterno agradecimiento de nuestro pueblo por obra tan maravillosa.
Ya encarrerado iba a hilvanar otra frase, pero una andanada de aplausos se lo impidió y tuvo que soltar el micrófono, ante las carcajadas de los presentes por la ocurrencia, pero el episodio no terminó mal, según el cronista Anituy Rebolledo Ayerdi, el presidente le dio un abrazo y sonriente le dijo: “así se habla, colega presidente Terán”.
Con el tiempo, la Frente del Diablo fue elegido por algunos comandantes de la Policía Judicial, para sacarle “la sopa” a los detenidos, término que se usaba al hacerlos confesar, pero a fin de evitar los engorrosos trámites legaloides, colocaban al detenido a la orilla del acantilado y le daban un pequeño empujón, haciéndolo caer sobre las rocas donde rompen las olas.
Según comentarios que corrían por lo bajo, nunca hubo el cuerpo del delito, pues los tiburones se encargaban de “limpiar” todo vestigio y no había infracción alguna a la ley, incluso, se dice que antes los jefes policiacos platicaban con el detenido y lo conducían al punto conocido como “el clavado”, siempre al amparo de la noche y cuando menos lo esperaban les daban un pequeño empujón.
La víctima en turno, por la penumbra le era difícil ver el entorno y confiado obedecía todo lo que le decían, antes de ser empujado desde las alturas del acantilado y solo se escuchaba un grito desgarrador, después solo se oía el romper de las olas, pasados unos minutos los victimarios se retiraban tranquilos hacia la carretera para regresar al centro de la ciudad.
Esta práctica llegó a su fin cuando arriba el gobernador Alejandro Cervantes Delgado, pues fue quien desmanteló casas de seguridad y emprendió la detención de algunos comandantes que actuaron al margen de la ley, pero nunca hubo una investigación formal sobre estas supuestas muertes de los acantilados de la Frente del Diablo, al menos nunca se informó oficialmente.
Sin embargo, hay testimonios de pescadores que utilizan esta ruta para pescar, que en ocasiones se escuchan gritos y cuando buscan que lo originó, no encuentran nada, pero también dicen que han visto siluetas en la noche y hasta bruma, que les eriza la piel y los invade un miedo inexplicable, por lo que en la actualidad evitan pasar por ese lugar.
A la fecha casi nadie habla del tema, algunos de los protagonistas ya murieron y el tiempo se ha encargado de borrar lo que algunos califican como simple mito, pero en su tiempo hubo jefes policiacos que presumían: “no hay violencia, golpes o disparos, tan solo un leve empujoncito”.
Y la lógica tiene sentido, al toque, el infortunado volaba por los aires y sus gritos se opacaban al estrellarse contra las filosas rocas, de esta forma se le castigaba si habían robado una simple gallina o en el peor de los casos que le hubieran dado “chicharrón” a otro cristiano, porque a los jefes policíacos nunca les importó considerar la presunción del delito.