La falta de oportunidades y ante la necesidad de contribuir al sustento del hogar, Joel, un adolescente de 16 años de edad, llegó al puerto de Acapulco para vender frutas a los turistas y residentes que se topa sobre la costera Miguel Alemán.
Aunque es una persona que no le gusta hablar mucho, acepta una breve platica y sin dejar de acomodar la fruta que tiene para la venta, reveló que es originario de Tlapa de Comonfort, fue campesino y tiene dos años en el puerto de Acapulco.
Allá me dedicaba a la siembra de maíz, ahorita ya está la milpa a punto de la cosecha; en estos tiempos hay elotes para cortar, dice.
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¿Con quién vives aquí?
Estoy con mi mamá, le ayudó con el gasto con lo que sacó de la venta de la fruta.
Joel es uno de los tantos vendedores ambulantes que hay en la ciudad, quien optó por el comercio informal y comprar plátanos, manzanas, jícamas y cacahuates, que después revende por bolsa en el tramo que comprende de la playa Hamacas al parque Papagayo.
Admite que la carga pesa, pero también que tiene buenas ventas y con este recurso apoya con el sustento a su mamá, por lo que ya decidió no seguir estudiando y continuará vendiendo sus bolsas con fruta “porque deja buen dinero”.
Con este comentario da por terminada la plática y carga su mercancía al hombro, para seguir con su ruta de trabajo, con la confianza que al final del camino habrá terminado de vender la fruta y regresar con su madre para darle el dinero, que es tan necesario en el día a día, en estos tiempos de crisis.