/ jueves 29 de diciembre de 2022

La Botica de Acapulco, primer farmacia del puerto

Ahí se preparaba la medicina, sus precios eran bajos y esto dio origen a que la gente le empezará a llamar "la botica del pueblo"

La Botica de Acapulco fue la primera farmacia que preparaba las medicinas a base de sus propias fórmulas y fue fundada en 1858, por la compañía transaccional de California Link, Cia., convirtiéndose en pionera en su ramo.

En esa época, abrió sus puertas en la calle de La Quebrada y el callejón del Piquete, en la zona Tradicional del viejo Acapulco, en cuyo alrededor destacaban las casas de adobe y teja, que era la postal que se difundía al exterior del puerto de Acapulco.

Por cierto, según el cronista de la ciudad, Anituy Rebolledo Ayerdi, como dato curioso el nombre del callejón del Piquete, no se debía a que hubiera plagas de alacranes o arañas, sino porque abundaban los asaltantes con verduguillo.

Este almacén con los años fue muy socorrido, porque no sólo preparaban ahí la medicina, también sus precios eran bajos y esto dio origen a que el populacho le empezará a llamar la botica del pueblo.

Fue en los albores del siglo XX, la Botica de Acapulco fue vendida al médico hispano-cubano, Antonio Butrón Ríos, quien adquiere una nueva propiedad en la calle de San Diego, lo que hoy Jesús Carranza, en donde se erigía una vieja casona y ahí empieza a operar.

En 1921 fue remodelada y, a la vieja casona, se le anexó la parte que servía de consultorio y en donde el doctor Butrón Ríos, atendía a la gente que iba a consulta y ahí mismo les surtía la medicina.

A la muerte del doctor, la heredó su viuda María Leonel, y muerta la señora, los nuevos propietarios fueron sus hijos Pedro Peña Leonel y Mariano Leonel, ambos entenados del doctor Butrón, mismos que se caracterizaban por ser flacos y usar corbata negra, lo demás es historia.

Ahí empieza una nueva etapa, pues es nuevamente puesta en venta y la adquieren Los Legorreta formaron una sociedad llamada Link y Sucesor y se convirtieron en los nuevos propietarios de la botica, que siguió operando y compitiendo con las nuevas farmacias que empezaban a surgir en la ciudad.

Fue en 1976, cuando fue adquirida por el empresario Josafat Cortez Ramírez, éste construyó un nuevo edificio, pero ordenó que se respetara la forma original, porque se erigió sobre la vieja botica y ahí siguió la tradición que la caracterizaba.

Según el escritor Alejandro Martínez Carbajal, los muebles de cedro de Líbano predominaban en La vieja Botica, en el mostrador estaba una vieja placa de mármol de carrara, en la parte alta finos detalles de madera labrada.

Además, se conservaban los frascos de porcelana y vidrio esmerilado, en donde se guardaban las sales y substancias, y tenían grabado la siguiente leyenda “Botica de Acapulco. Link sucesor”.

Si se escudriñaba más, se podían observar los enormes morteros en donde el boticario preparaba las fórmulas en la presencia de los clientes, en la parte trasera estaba una caja registradora que únicamente marcaba hasta cien pesos.

Por cierto, en esa época fueron tres medicamentos muy famosos y solicitados constantemente por la clientela, que era un jarabe para la tos, un tónico para el paludismo, y un talco para el salpullido, además, fue en este lugar en donde se instaló el primer teléfono de la ciudad.

La Botica de Acapulco fue la primera farmacia que preparaba las medicinas a base de sus propias fórmulas y fue fundada en 1858, por la compañía transaccional de California Link, Cia., convirtiéndose en pionera en su ramo.

En esa época, abrió sus puertas en la calle de La Quebrada y el callejón del Piquete, en la zona Tradicional del viejo Acapulco, en cuyo alrededor destacaban las casas de adobe y teja, que era la postal que se difundía al exterior del puerto de Acapulco.

Por cierto, según el cronista de la ciudad, Anituy Rebolledo Ayerdi, como dato curioso el nombre del callejón del Piquete, no se debía a que hubiera plagas de alacranes o arañas, sino porque abundaban los asaltantes con verduguillo.

Este almacén con los años fue muy socorrido, porque no sólo preparaban ahí la medicina, también sus precios eran bajos y esto dio origen a que el populacho le empezará a llamar la botica del pueblo.

Fue en los albores del siglo XX, la Botica de Acapulco fue vendida al médico hispano-cubano, Antonio Butrón Ríos, quien adquiere una nueva propiedad en la calle de San Diego, lo que hoy Jesús Carranza, en donde se erigía una vieja casona y ahí empieza a operar.

En 1921 fue remodelada y, a la vieja casona, se le anexó la parte que servía de consultorio y en donde el doctor Butrón Ríos, atendía a la gente que iba a consulta y ahí mismo les surtía la medicina.

A la muerte del doctor, la heredó su viuda María Leonel, y muerta la señora, los nuevos propietarios fueron sus hijos Pedro Peña Leonel y Mariano Leonel, ambos entenados del doctor Butrón, mismos que se caracterizaban por ser flacos y usar corbata negra, lo demás es historia.

Ahí empieza una nueva etapa, pues es nuevamente puesta en venta y la adquieren Los Legorreta formaron una sociedad llamada Link y Sucesor y se convirtieron en los nuevos propietarios de la botica, que siguió operando y compitiendo con las nuevas farmacias que empezaban a surgir en la ciudad.

Fue en 1976, cuando fue adquirida por el empresario Josafat Cortez Ramírez, éste construyó un nuevo edificio, pero ordenó que se respetara la forma original, porque se erigió sobre la vieja botica y ahí siguió la tradición que la caracterizaba.

Según el escritor Alejandro Martínez Carbajal, los muebles de cedro de Líbano predominaban en La vieja Botica, en el mostrador estaba una vieja placa de mármol de carrara, en la parte alta finos detalles de madera labrada.

Además, se conservaban los frascos de porcelana y vidrio esmerilado, en donde se guardaban las sales y substancias, y tenían grabado la siguiente leyenda “Botica de Acapulco. Link sucesor”.

Si se escudriñaba más, se podían observar los enormes morteros en donde el boticario preparaba las fórmulas en la presencia de los clientes, en la parte trasera estaba una caja registradora que únicamente marcaba hasta cien pesos.

Por cierto, en esa época fueron tres medicamentos muy famosos y solicitados constantemente por la clientela, que era un jarabe para la tos, un tónico para el paludismo, y un talco para el salpullido, además, fue en este lugar en donde se instaló el primer teléfono de la ciudad.

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