Sentado entre cajas de agujas, hilos y elásticos, Juanito siempre sonríe con amabilidad a todos los transeúntes, por su delgada voz pareciera ser una persona joven, su pelo cano contrasta con el intenso rojo de su camisa y se coordina con su blanco pantalón, él es prácticamente un ícono del mercado Baltazar R Leyva Mancilla donde por más de 60 décadas se ha dedicado a vender mercería.
Con melancolía, Juan Altamirano Rebolledo, recordó que cuando él fue niño la mercería de sus padres fue una de las más importantes de Chilpancingo, y él inició dentro del mercado Nicolás Bravo, que se encontraba en el centro de la ciudad y abarcaba dos locales, los números 93 y 94, según recuerda.
“Ahí empecé a agarra el oficio, fueron tiempos de bonanza, me iba muy bien, iba a la ciudad de México a comprar y me abrían las puertas de los grandes almacenes, me ofrecían créditos y traía todo lo que quisiera”.
Lamentablemente, dijo, su afición por el juego, las bebidas embriagantes y las mujeres, lo llevaron a perder el negocio, también lo abandonó su familia, “vendí el negocio, vendí la casa, se fue mi familia y la única que me ayudó fue mi hermana, hoy de lo que sale aquí en este puesto, pago mi renta, como y me tiene que alcanzar para hacer pagos del programa compartamos”.
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Señaló que hoy su hermana está enferma de diabetes y no puede trabajar por eso él de lo poco que gana vendiendo la mercería en las gradas del mercado Baltazar R Leyva Mancilla, paga también el crédito que obtuvo su hermana; “ella me ayudó mucho cuando yo estaba perdido y hoy trato de retribuirle algo”.
Actualmente ir a México a comprar mercancía es muy diferente a su recuerdo de hace medio siglo, hoy ya no hay créditos, lo que quiera traer lo debe pagar por adelantado, ya no hay atención personalizada de ejecutivos, ahora con dificultad llega al mostrador, para pedir algunas cosas.
A pesar de eso su sonrisa y amabilidad no desaparecen nunca, él dice que es muy importante tratar bien al cliente, hacerle sentir confianza para comprarle y si no compra de todas formas una buena sonrisa hace que para su siguiente visita al mercado piense en llevar un hilo, una ajuga u otro producto de su mercería.
Hoy soy muy diferente a aquel hombre que derrochó y perdió todo, “hoy no tomo, ya no apuesto, he iniciado una vida nueva para estar bien conmigo y con Dios”, estableció que hoy no aspira a tener riquezas, sólo lograr llevar este día lo suficiente para el gasto de alimentación y renta.
Juanito reconoció que el programa de pensión para el bienestar ha sido un aliciente para poder seguir en el negocio, “cuando pagan la pensión me voy a México con ese dinero a surtir y entonces ya traigo un poco más de mercancía que se va vendiendo todos los días y así ahí la llevo.
Finalmente al pedirle que recomendara algo a la juventud indicó no soy quien para hacer recomendaciones, pero simplemente les diré pórtense bien, hagan cosas positivas y estarán bien ustedes.