En el puerto de Acapulco existió un famoso delincuente que era conocido como “El Mostaza”, en cuyo historial delictivo figuraron turistas extranjeros que llegaban a bordo de Los Cruceros, pero nunca pudo ser capturado por la Policía.
Este personaje saltó a la fama, a finales de 1985, luego que se reportó que había atracado a tres turistas de origen canadiense, que llegaron a bordo de un crucero que ancló en el muelle fiscal, lo que movilizó a un grupo de agentes de la Policía Judicial.
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Las víctimas describieron al delincuente como un hombre atractivo, de cuerpo atlético y bien vestido, pero contrario a los asaltantes que suelen utilizar armas de fuego o armas blancas, éste para despojarlos de sus objetos de valor, llevaba como instrumento una botella de mostaza.
Los agraviados en las declaraciones que hicieron ante la agencia del Ministerio Público del sector de Costa Azul, coincidieron que este individuo llegaba hasta el muelle y elegía a sus víctimas, a quienes seguía en todo su trayecto al bajar a tierra.
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Aprovechando su carisma, se prestaba a guiarlos a los sitios de interés turístico y una vez que se ganaba su confianza, esperaba paciente hallar el sitio ideal, la mayoría de las veces cuando entraban al sanitario, se les colocaba por la espalda y les rociaba la mostaza en la cara, enseguida aprovechando la confusión, se apoderaba de sus pertenencias y se daba a la fuga.
El comandante regional de la Policía Judicial del Estado, Tomás Herrera Basurto, al tener conocimiento del “modus-operandi” del delincuente, llamó al comandante adscrito en Costa Azul, Abelardo Galeana, pidió que reuniera todas las averiguaciones previas de este delincuente.
Una vez que tuvo los antecedentes del infractor de la ley, dio instrucciones que se hiciera una investigación exhaustiva y se le capturara, toda vez que hallaron evidencias que tenía años operando de la misma manera desde 1980.
Incluso, había registros periodísticos que daban cuenta de las hazañas de este sujeto. ¿Pero cómo surgió el apodo? Bueno, fue cuando un agente judicial al pedir las copias de una averiguación de otro robo, dijo pásame el caso de “El Mostaza”, en referencia al delincuente que usaba este condimento que se vierte en la preparación del sándwich y así nació el mote.
Pese al cerco policiaco que se tendió, “El Mostaza” burló a los judiciales en más de una ocasión y se las ingeniaba para seguir perpetrando sus atracos, lo que hizo intervenir al director de la Policía Preventiva, Santos Godoy Mena, pues como responsable de la prevención del delito, instrumentó un dispositivo de seguridad.
Para el efecto, dio órdenes al subdirector, mayor Elías Oliva Pérez, que se hiciera cargo de los operativos de seguridad en torno al muelle y los sitios que visitaban los turistas que llegaban por mar, dejando la responsabilidad de cubrir el área del mercado El Parazal, La Quebrada, el Zócalo y la costera Miguel Alemán, a los comandantes, Reinaldo Escobar Ávila y Vianey Carranza Vega.
A pesar del ostentoso operativo policíaco, no lograron atrapar al escurridizo delincuente, pero cada vez que llegaba un crucero a la bahía de Acapulco, agentes de la Policía Judicial se confundían entre la gente y buscaban a cualquier individuo que reuniera las características físicas del infractor de la ley.
Quizá alertado por “alguien”, “El Mostaza” no se hacía presente y los representantes de la ley, terminaban con las manos vacías, pero al menos impedían que algún turística fuera atracado al recorrer los atractivos de este destino de playa.
No obstante, este delincuente en franco reto, no paró y siguió haciendo de las suyas, tomando por sorpresa a los judiciales y a los policías preventivos, que solo lograban confirmar que el autor era el mismo delincuente que estaban buscando, pero al carecer de más datos de las características físicas del prófugo de la justicia, nunca pudieron identificarlo ni atraparlo.
Con el paso de los años, “El Mostaza” se convirtió en leyenda y guías de turistas de aquel entonces, se encargaron de alimentar su fama, contando sus hazañas y los jugosos botines que logró al despojar de sus víctimas de sus pertenencias, causándoles ceguera momentánea e irritación en los ojos, por echarles la mostaza en el rostro.
En la actualidad, los asaltos que cometió este sujeto, son parte de la historia del viejo Acapulco y quedaron casos sin resolver; pocos se acuerdan de este personaje, quien siempre obtuvo buenos dividendos con los atracos que perpetro a turistas de diferentes nacionalidades que vacacionaban en crucero sobre el litoral del Pacífico.