/ domingo 9 de octubre de 2022

¿El Morro o Farallón del Obispo? Conoce su nombre e historia

El emblemático islote fue testigo del naciente comercio marítimo en Acapulco y su nombre nació de una leyenda

El Morro, es sin duda un atractivo turístico y es parte del paisaje natural del puerto de Acapulco, que se encuentra entre la playa La Condesa y Hornitos, cuyo nombre real es "Farallón del Obispo" y nació de una leyenda.

Se trata de una formación rocosa, que se localiza al nor-noreste de la bahía en la zona turística denominada como Acapulco Dorado, en donde también hay otras rocas de menor tamaño y que permiten dar un entorno único a esta maravilla de la naturaleza.

El ex regidor Javier Morlet Macho, quien cultiva en su acervo parte de la historia del viejo Acapulco, en documentos antiguos confirman que este emblemático lugar fue testigo del naciente comercio marítimo y de feroces batallas.

En aquel entonces, Acapulco era tan solo un campamento de pescadores y fueron los nativos que bautizaron al islote como El Morro, llamado así porque era más pequeño que la Isla La Roqueta , además, así se le decía a un menor de edad, incluso en la actualidad se sigue identificando a los niños como "morros".

Lee también: La dinamita le ganó terreno al mar en Acapulco

Según una leyenda, a esta formación rocosa se le puso el nombre en memoria de un sacerdote que se le conoció como Olaguibel, quién según datos del pasado, era guía espiritual del campamento militar del sargento Francisco del Rincón, en el año de 1663.

De acuerdo a este mito, corrió el mes de mayo y la bahía albergaba varios bergantines, que huían del temporal desatado en gran parte del litoral del Mar Grande, que golpeó también las costas del puerto y era tanta la fuerza del fenómeno hidrometeorológico, que provocaba severos daños materiales al campamento.

En aquella época la religión fue una fuente de fe y de sucesos milagrosos , por lo que cuando sobrevino la iracunda racha huracanada y la lluvia constante, hizo presa del pánico a los moradores del naciente puerto e intervino el buen sacerdote.

Ante tantas calamidades y retando a la ira divina, se animó a los fieles que lo rodeaban, solicitando la cooperación de los más experimentados navegantes para hacerse acompañar al islote , desde donde elevaría una plegaria al creador y pedirle que cesara el temporal.

Se afirma que todos los hombres se disputaron el honor de acompañarlo y como sólo necesitaron de dos, el clérigo escogió a los mejores musculados, con quienes abordó una débil embarcación en plena borrasca y se dirigió al farallón, retando el bravo oleaje que hizo penoso el recorrido hasta la formación rocosa y desembarcaron difícilmente.

La lluvia golpeó con ira, pero el padre Olaguíbel, tomó fuerzas de su interior e imploró al cielo que cesara la maldición , es decir, al meteoro que caía sobre la ciudad, después de unos minutos ocurrió el milagro y cesó el temporal; pero al tratar el eclesiástico de regresar, arreció el vendaval y zozobró la nave que ocupaba, para perecer ahogado al igual que sus dos valientes acompañantes, cuyos nombres nunca se supo.

Según la leyenda, fue así como en reconocimiento a este acto heroico se le puso por nombre El Farallón del Obispo , versión que también describe el escritor y cronista de la ciudad, José Manuel López Victoria en un fragmento del capítulo: "El Farallón del Obispo ", de su libro "Leyendas de Acapulco".

Sin embargo, el islote es más conocido como El Morro y son contados los que lo identifican como El Farallón del Obispo que, por cierto, también cobró notoriedad en los años 80's, cuando a alguien se le ocurrió colocar una fuente.

Un atractivo más de Acapulco. / Foto: Abraham Martínez | El Sol de Acapulco

Esta atracción visual si llamó la atención de los turistas y se convirtió en un atractivo más de este destino de playa , pronto se acostumbraron a ver como se elevaba el chorro de agua de mar y caía un plomo sobre las rocas.

Además, se construyeron escaleras en la formación rocosa, para que también se convirtiera en el sitio de exploración ya la vez tener una vista extraordinaria de la bahía desde un sitio opuesto, pero fue cuando los grupos ambientales alertaron del daño que esto estaba causando.

Se denunció que el agua salobre de la fuente que constantemente también le caía al macizo rocoso le estaba provocando erosión y afectación a la flora del islote, por lo que fue inhabilitada en 1982, se prohibieron los recorridos debido a que personas inconscientes hacían pintas o desprendían rocas para echarlas al mar.

Actualmente, el Morro o Farallón del Obispo, sigue siendo parte de la belleza natural de la perla del Pacífico y es la postal que regala a los visitantes que disfrutan de los atractivos naturales, así como del sol, playa y mar, en este balneario del Pacifico.

El Morro, es sin duda un atractivo turístico y es parte del paisaje natural del puerto de Acapulco, que se encuentra entre la playa La Condesa y Hornitos, cuyo nombre real es "Farallón del Obispo" y nació de una leyenda.

Se trata de una formación rocosa, que se localiza al nor-noreste de la bahía en la zona turística denominada como Acapulco Dorado, en donde también hay otras rocas de menor tamaño y que permiten dar un entorno único a esta maravilla de la naturaleza.

El ex regidor Javier Morlet Macho, quien cultiva en su acervo parte de la historia del viejo Acapulco, en documentos antiguos confirman que este emblemático lugar fue testigo del naciente comercio marítimo y de feroces batallas.

En aquel entonces, Acapulco era tan solo un campamento de pescadores y fueron los nativos que bautizaron al islote como El Morro, llamado así porque era más pequeño que la Isla La Roqueta , además, así se le decía a un menor de edad, incluso en la actualidad se sigue identificando a los niños como "morros".

Lee también: La dinamita le ganó terreno al mar en Acapulco

Según una leyenda, a esta formación rocosa se le puso el nombre en memoria de un sacerdote que se le conoció como Olaguibel, quién según datos del pasado, era guía espiritual del campamento militar del sargento Francisco del Rincón, en el año de 1663.

De acuerdo a este mito, corrió el mes de mayo y la bahía albergaba varios bergantines, que huían del temporal desatado en gran parte del litoral del Mar Grande, que golpeó también las costas del puerto y era tanta la fuerza del fenómeno hidrometeorológico, que provocaba severos daños materiales al campamento.

En aquella época la religión fue una fuente de fe y de sucesos milagrosos , por lo que cuando sobrevino la iracunda racha huracanada y la lluvia constante, hizo presa del pánico a los moradores del naciente puerto e intervino el buen sacerdote.

Ante tantas calamidades y retando a la ira divina, se animó a los fieles que lo rodeaban, solicitando la cooperación de los más experimentados navegantes para hacerse acompañar al islote , desde donde elevaría una plegaria al creador y pedirle que cesara el temporal.

Se afirma que todos los hombres se disputaron el honor de acompañarlo y como sólo necesitaron de dos, el clérigo escogió a los mejores musculados, con quienes abordó una débil embarcación en plena borrasca y se dirigió al farallón, retando el bravo oleaje que hizo penoso el recorrido hasta la formación rocosa y desembarcaron difícilmente.

La lluvia golpeó con ira, pero el padre Olaguíbel, tomó fuerzas de su interior e imploró al cielo que cesara la maldición , es decir, al meteoro que caía sobre la ciudad, después de unos minutos ocurrió el milagro y cesó el temporal; pero al tratar el eclesiástico de regresar, arreció el vendaval y zozobró la nave que ocupaba, para perecer ahogado al igual que sus dos valientes acompañantes, cuyos nombres nunca se supo.

Según la leyenda, fue así como en reconocimiento a este acto heroico se le puso por nombre El Farallón del Obispo , versión que también describe el escritor y cronista de la ciudad, José Manuel López Victoria en un fragmento del capítulo: "El Farallón del Obispo ", de su libro "Leyendas de Acapulco".

Sin embargo, el islote es más conocido como El Morro y son contados los que lo identifican como El Farallón del Obispo que, por cierto, también cobró notoriedad en los años 80's, cuando a alguien se le ocurrió colocar una fuente.

Un atractivo más de Acapulco. / Foto: Abraham Martínez | El Sol de Acapulco

Esta atracción visual si llamó la atención de los turistas y se convirtió en un atractivo más de este destino de playa , pronto se acostumbraron a ver como se elevaba el chorro de agua de mar y caía un plomo sobre las rocas.

Además, se construyeron escaleras en la formación rocosa, para que también se convirtiera en el sitio de exploración ya la vez tener una vista extraordinaria de la bahía desde un sitio opuesto, pero fue cuando los grupos ambientales alertaron del daño que esto estaba causando.

Se denunció que el agua salobre de la fuente que constantemente también le caía al macizo rocoso le estaba provocando erosión y afectación a la flora del islote, por lo que fue inhabilitada en 1982, se prohibieron los recorridos debido a que personas inconscientes hacían pintas o desprendían rocas para echarlas al mar.

Actualmente, el Morro o Farallón del Obispo, sigue siendo parte de la belleza natural de la perla del Pacífico y es la postal que regala a los visitantes que disfrutan de los atractivos naturales, así como del sol, playa y mar, en este balneario del Pacifico.

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